miércoles, 18 de febrero de 2015

Mérida: Una visita por nuestro pasado



Hacía ya años que quería conocer Mérida, siempre había escuchado maravillas de esta ciudad extremeña, que habían generado un fuerte deseo por visitarla, pero siempre entre unas y otras cosas iba postergando mi visita, hasta este pasado fin de semana.
 
Mérida posee una cantidad de puntos de interés, increíble, pero debes saber que todos están muy cerca entre sí, así que puedes conocer la ciudad tranquilamente paseando. Nosotros estuvimos en el Hotel Velliana, situado junto a la plaza de toros y a poco más de cinco minutos andando de la plaza de España y el trato recibido fue correctísimo.

Lo primero que nos encontramos la noche del Viernes al llegar, es que Mérida celebra y mucho los carnavales, la plaza de España tenía una gran carpa y una serie de casetas para las peñas, pero sin duda lo que más nos gusto, es cruzarnos en la calle Santa Eulalia, corazón de Mérida, con tres o cuatro comparsas, que cantaban su repertorio despotricando todos los temas de actualidad en nuestra sociedad.

El sábado tocaba conocer el gran patrimonio histórico que tiene la ciudad, tanto Romanos, como visigodos y árabes. La primera visita fue el recinto del Anfiteatro y Teatro romano, por 12€ podías obtener una entrada que te permite visitar la mayoría de puntos turísticos de la ciudad.

El Anfiteatro es realmente precioso y te hace sentir la grandeza que tuvo Mérida en el pasado, justo al lado, una de las estampas más bonitas de Mérida, su teatro romano. Según salimos del recinto, sentí, “qué pena que estos monumentos, no puedan ser vistos por cualquier vecino de Mérida, salvo pagando”, me refiero a que están incrustados en un recinto cercado, con árboles en todo su perímetro, que impiden ver al menos una silueta del tesoro que esconden. Entiendo que paguemos por visitarlos, por pasear entre ellos, pero yo sí viviera en Mérida, me encantaría poder pasar por algún sitio, ver y decir aquí está el símbolo de mi ciudad, como puedes hacer en otras ciudades. No sé, sentí que eran dos joyas de nuestra historia que no nos dan opción de recrearnos con ellas. 
 
Con la misma entrada, vimos el Circo Romano, la cripta de Santa Eulalia, varias ruinas más dispersas por la ciudad y en especial la Alcazaba, situada junto al rio Guadiana, desde su muralla, pudimos fotografiar tanto el grandioso puente Romano, como el más moderno puente de Lusitania al fondo.

Del resto de la ciudad, en paralelo a la calle Santa Eulalia, encontramos uno de esos tesoros, por los que merece conocer la ciudad, el Templo de Diana, a diferencia de lo que sentí con el teatro y el anfiteatro, este monumento de la antigua ciudad romana de Emerita Augusta, pudimos verlo de día, de noche y deleitarnos las veces que quisimos de su gran belleza.

El domingo ya de vuelta, hicimos una parada en Trujillo, una localidad con mucho encanto, con una plaza mayor preciosa, rodeada por un gran patrimonio y coronada por un castillo árabe. El pueblo tiene multitud de cuestecillas, por las que bien merece la pena perderse.
  
El viaje mereció la pena, por la cantidad de sitios bonitos visitados, por la comida, donde no faltaron unas buenas migas extremeñas, un poco de tapeo y otros platos típicos de la zona, como las moragas de cerdo a la brasa y en especial por la compañía, celebrando el día de los enamorados realizando turismo, escapando de la rutina y descansando por unos días de las carreras, los entrenamientos y los partidos de fútbol.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Nos vamos haciendo mayores



Hay momentos en la vida en los que te das cuenta de cómo pasa el tiempo, cómo vamos creciendo, cómo nos hacemos mayores. Atrás ya dejamos la adolescencia, la universidad, te compras coche, casa, en tu entorno la gente empieza a hablar de niños, pañales, guarderías y sobre todo tus amigos de siempre se van casando.

El año pasado sería Jesús, luego llegaría la boda de José Luis, y dentro de unos días será Pablo quien dé el paso. Son estos momentos en los que echas la mirada atrás y te das cuenta que ya no eres un niño.

Con la boda de Pablo a la vuelta de la esquina, me vienen a la cabeza muchos de los momentos que hemos vivido juntos, desde párvulos, creciendo, estudiando, las primeras veces, las primeras fiestas, compartiendo vestuario, viajes y sobre todo siendo uno de las personas que más me ha escuchado, en la que más he confiado mis miedos, mis inseguridades y siempre estaba ahí para darle coherencia a mis problemas.

De Pablo, puedo destacar mil cosas, sin duda es una de las personas más inteligentes que he conocido, pero por encima de todas sus virtudes, destaco esa confianza que siempre me ha transmitido.

Y qué decir de su futura mujer, Lourdes. En aquellos meses en los que yo estaba algo descarriado, conociendo a multitud de gente en el paréntesis de mi relación con Irene, apareció ella. Una chica sencilla, buena, inteligente, una chica que como les dije a José Luis y a Vanessa al poco de conocerla, era una chica para estar y que me pegaba para Pablo. 

Y así entre mensajes, quedadas y un viaje a Bulgaria entre medias, hice porque coincidieran y lo demás ya os lo podéis imaginar. Toda una serie de acontecimientos se tuvieron que desencadenar para que estas dos personas, coincidieran en la vida, pero yo conociendo a uno y una vez conocido al otro, tuve muy claro que estaban predestinados y pocas cosas me hicieron más feliz que saber que el amor crecía en ellos.

El próximo Viernes ellos dirán el sí quiero, pero como muchas veces me han dicho, ellos llevan casados mucho tiempo, desde aquel día en que sintieron que estaban hechos el uno para el otro.

El pasado fin de semana, entre comilonas, partidas de e-combat, risas, fotos, … pasamos unos grandes momentos todos, espero que aunque vayamos creciendo, siempre tengamos ese tiempo para recordad lo vivido y seguir acrecentando nuestra historia, porque tenemos muchos viajes por hacer y por contarnos, muchas más comilonas y sobre todo una amistad de las de verdad por compartir.
 
Porque aunque nos vayamos haciendo mayores, aún somos jóvenes y tenemos mucho que vivir.