jueves, 28 de mayo de 2015

El Retorno a Tierras Vascas



El fin de semana pasado lo pasamos toda la familia en Vitoria, para ver la ciudad que esta acogiendo a mi hermano Juan, durante este curso y como hicimos el año pasado en Bilbao, montamos un viaje para desplazarnos todos allí y conocer la ciudad.

Llegamos a Vitoria el Viernes, tras unas 4 horas de coche y pagar más de 12€ de peaje, dejamos nuestras maletas en el Hotel Abba Jazz situado en el centro de la ciudad, junto al parque de la Florida y comenzamos a pasear por la ciudad, de camino hacia la “almendra”, cruzamos la vía de un moderno tranvía muy parecido al de Bilbao, se conoce como la “almendra” a todo el casco antiguo de Vitoria, Patrimonio de la Humanidad. Es una zona increíble, de esas que bien merece la pena perderse. Visitamos la casa de mi hermano durante este año y paseamos alrededor del Palacio de Provincia, sede de la Diputación foral de Álava.

Conocerla, conocerla, la conocimos durante el sábado, empezando de la Plaza de la virgen Blanca, una plaza abierta, coronada por la Iglesia de San Miguel, donde la ciudad se empieza a levantar, junto la Plaza de la Virgen Blanca, se encuentra la Plaza de España, un rincón precioso, donde se encuentra el Ayuntamiento de la ciudad y una serie de soportales con columnas hacías la plaza, con numerosas terrazas. Sólo por esta zona, merece la pena conocer Vitoria.

Empiezas a recorrer el casco antiguo, Los Arquillos, La Iglesia de San Vicente, la Catedral Vieja, la Muralla, en fin un sinfín de sitios, muy cercanos unos de otros, en unas calles que subían, bajaban, concéntricas a la catedral vieja, que son un monumento en sí. De todo lo que más me gustó el gran numero de fachadas de edificios pintadas con unos dibujos que eran verdadero arte y que se fundían entre el patrimonio de la ciudad.

Da gusto pasear por una ciudad tan limpia, que cuida tanto el medio ambiente, con el tráfico restringido en todo el centro, lo que ayuda al turista a conocerla sin prisas, de entre sus calles destaco la Chuchillería, en donde se encuentra una gran concentración de bares, para tapear y pasar un rato agradable con los tuyos, pasear por allí durante la hora del aperitivo fue realmente gratificante.

 




 
Por la tarde pudimos conocer uno de los parques de la ciudad, Vitoria, está rodeada por un gran anillo verde, donde la gente disfruta del deporte y sobre todo se desplaza en Bici, no me imaginaba tanta bici en esta ciudad, no es Amsterdam, pero la gente se mueve con su bicicleta y los parkings de bicis del centro, estaban llenos de cientos de bicis. El parque que fuimos a conocer fue el Salburia, cerca del Buesa Arena, donde juega el famoso equipo de basket de la ciudad, el parque estaba lleno de acuíferos y animales en semilibertad, me quede con la sensación de que seguro no era el Parque más bonito de la ciudad, pero cuando vas para un finde hay que elegir que visitar.
 
Sobre las comidas, en Vitoria se come, pero que muy bien, si me llego a quedar más días, reviento, el sábado cominos en el Restaurante Orense, nos atendieron algo lentos, pero todo lo que comí estaba riquísimo, increíbles sus postres. La cena la hicimos en un italiano y el domingo comimos en el Restaurante Albeniz, no es un sitio barato, pero se come de maravilla.

Como no podía ser de otra manera, la mañana del Domingo, salí un rato a correr, con mi hermano Gaspar y mi sobrino Carlos, me acompañaron un rato. Cogimos la senda del camino de Santiago que desde el centro de la ciudad, nos sacaba poco a poco de ella, pasando por Mendizorroza, el estadio del Deportivo Alavés y continuar hacía las afueras de la ciudad, que empalmaba parque con parque del que siempre salía algún carril bíci, impresionante, y así hasta decidir volver por otro sitio al centro y subir a la “almendra” y correr por las calles más emblemáticas de la ciudad, cómo me gusta conjugar turismo y deporte!!

En fin, unos días preciosos en tierras vascas, donde espero volver pronto, acompañado de toda mi familia y reafirmando lo a gusto que vive mi hermano Juan en estas tierras, lástima la distancia. Un fin de semana en el que dio tiempo para todo y que nos da un poco de aire, en la rutina diaria.