domingo, 16 de diciembre de 2018

Y por qué no escribir de Riad





En los últimos meses he tenido que viajar dos veces a la capital de Arabia Saudí, Riad. Sinceramente era muy reacio a viajar aquí, en parte por los prejuicios, las noticias que llegan y que lo poco que sabes de su cultura y tradiciones no motiva para nada la visita del país árabe. 

 
Tras pasar algo menos de un mes, entre mis dos visitas he podido al menos formarme una idea más real, de lo que es Arabia Saudí en general y su capital Riad en particular. Miguel Unamuno, dijo una vez que el “Racismo se cura viajando”, y la verdad que viajar te abre la mente y me ha permitido ver Arabia Saudí, al menos con otros ojos.




Lo primero que sentí cuando llegué a Arabia Saudí, realmente era miedo, tenía temor de hacer algo que no estuviera permitido, ya sabía que aquí no se puede beber alcohol, no se come cerdo, que las mujeres tienen que ir vestidas con la abaya, una túnica negra que les cubre todo el cuerpo y que las mujeres musulmanas solo muestran sus ojos, pero al margen de estas cosas ya sabidas, fruto del desconocimiento, tenía cierto respeto, en el transitar por el aeropuerto, en un taxi, al hacer una foto, o incluso escribiendo estas líneas, porque no sabes qué es lo que está o no permitido hacer.


Con el pasar de los días, ganas en seguridad, ya que en tu deambular por la ciudad entre el alojamiento, la oficina, los taxis, no ves nada que te haga sentir inseguro, solo la inmensidad de una ciudad, construida en mitad del desierto, llena de vida, vehículos, carreteras y dentro de poco un Metro, que un puñado de empresas españolas estamos construyendo.


La mayor parte de los occidentales en Riyadh, vivimos en unos resort, llamados Compaund, dentro de ellos, hay mucha más libertad, sobre todo para las mujeres, que pueden ir vestidas como quieran. En nuestro Compaund, teníamos piscina, jacuzzi, gimnasio, tiendas,… aún no siendo muy grande, la verdad es que se vivía muy bien allí.

  
Sobre la comida, la verdad que me sorprendió como en Riad hay mucho donde elegir, puedes encontrar todo tipo de comida, de cualquier parte del mundo; hindu, mejicano, italiano, libanes, turco,… además hay gran número de centros comerciales y siempre tienen gente. Sorprende ver todas las típicas cadenas de ropa femenina, que llevarán puesta por su casa o debajo de sus abayas… Y los restaurantes están separados en dos zonas, para hombres y para familias, nunca verás a una mujer sola en ningún sitio.



La ciudad está llena de mezquitas, algunas más bonitas y grandes que otras. Los sauditas y por ende el mundo musulmán mantienen unas creencias religiosas muy férreas, pero cuando pasas tiempo aquí te das cuenta que no es muy diferente al fervor católico que se vive en muchas zonas de España en Semana Santa, eso sí aquí durante todo el año. Al final son culturas diferentes y lo único que necesitas es respetar sus costumbres. 

 
Sobre el turismo, la verdad es que solo tuve un día para adentrarme en la ciudad, el país tardará en abrirse al mundo, como ya han hecho otras zonas cercanas como Dubai o Qatar, en mi opinión por dos razones principales, una el obligar a sus visitantes a cumplir sus costumbres y dos, por lo costoso de conseguir un visado de entrada al país. Mientras no cambien estas restricciones, solo recibirán visitas de trabajadores y familiares de estos trabajadores.

En este día de turismo conocí, dos zonas, el Kingdom Tower, la torre más alta de la ciudad, en forma de abridor, de más de 300 metros de altura y las vistas más impresionantes de la inmensidad de la ciudad, en la que no encuentras fin.

  
Y la otra zona, lo que sería el casco antiguo de la ciudad, con la fortaleza de al-Masmak, que alberga el museo de historia de Riad, la Torre del Reloj y la Plaza Dirah, junto a una de las mezquitas más grandes de la ciudad. La zona estaba llena de vida, con numerosos bazares en las calles aledañas y muchos niños jugando al fútbol en la plaza, donde dicen que aún realizan ejecuciones públicas, un contraste difícil de creer.


  
Esto es Riad, no sé si tendré que volver, muy posiblemente sí, pero sin duda en el caso de volver, ya no tendré ese temor de la primera vez, porque se tiene miedo a lo desconocido y aunque poco ya sé como es la vida en la capital de Arabia Saudi.



miércoles, 7 de noviembre de 2018

Conociendo el Otoño de Suiza

No tengo muy claro que me terminó trayendo a Suiza, supongo que un poco el destino, el disponer de unos días libres y ponerte a buscar aquellos sitios que aún no has visitado..

 
Así encontré como Swiss la "Iberia" de Suiza, tenía buenos precios para este puente de los Santos, me lié la manta a la cabeza y de nuevo otro viaje en solitario para seguir conociendo mundo.

La experiencia impresionante, Suiza es un país precioso, con mucho más que lo que a priori se conoce como las navajas, los relojes, la puntualidad, el chocolate, el dinero, los bancos o ese poder de grandeza, ...al margen de todo esto también es un lugar que no pensaba que me fuera a gustar tanto y que además en estas fechas otoñales tenía un color inolvidable.
 

Día 1: Zurich
Llegué muy temprano al aeropuerto de Zurich y mientras la ciudad se despertaba para un nuevo día, yo ya estaba llegando a mi hotel. 

De camino un paseo desde la estación central por el lado del río Lemmat que cruza, la capital financiera del país. 

Ya sin maletas, comprobé la grandeza del lago de Zurich, con los Alpes al fondo. Paseé por sus calles, la catedral con sus torres gemelas, sus iglesias con sus grandes relojes y sobre todo el barrio de Lindenhof, donde llegas a una colina incrustada en el centro más antiguo de la ciudad y desde dónde tienes unas bellas vistas al río.

 
Justo después de comer tenía contratado un tour para ver Zurich y sus alrededores, en ausencia de free tour, (cómo iba a ver algo gratis aquí), vi en Civitatis, una excursión que tenía buena pinta, algo caro 52€, pero incluía un paseo en barco por el lago y la subida a un funicular, cómo lo había en español pues adelante. La verdad me esperaba mucho más de la excursión de más de 4 horas, solo las vistas desde una de las colinas que bordean Zurich merecen la pena, ya que se abusa de ir de un lado en otro en autobús y las ciudades para verlas hay que patearlas. Pero bueno pude conocer un poco más de la ciudad, las universidades, crucé el lago en un ferry y la zona donde te lleva el funicular era preciosa.


Día 2: Berna

Una de las ciudades más bellas que he visitado nunca, reúne muchos de esos detalles que hacen que disfrute de una ciudad, un casco antiguo medieval, en una zona elevada rodeada por el meandro del río Aare,  sus calles empedradas llenas de fuentes, los puentes, los tranvías, a penas coches, muy fotografiable desde muchos miradores.

 
Corrí de arriba a abajo sus principales calles, con las galerías llenas de tiendas, de vida, de la zona de la estación y el Parlamento hasta la zona de los osos, pasando por la catedral, el reloj astronómico. 

Sin duda el lugar más bonito es el jardín de las rosas, supongo que en verano será impresionante también por sus flores, pero aún así en la época que estamos, el lugar es mágico con las mejores vistas de la ciudad, una postal de cuento de las que cuesta despedirse y que cuando terminas yéndote aún guardas en tu retina y puedes volver a ver sólo cerrando los ojos.
 

Berna, un lugar inolvidable

 
 

Día 3. Lucerna

A menos de 50 minutos de Zurich llegamos a Lucerna, una de las ciudades más turísticas de Suiza, en forma me recordó mucho a Zurich, su lago, el río que parte del casco antiguo de la ciudad, se le asemeja bastante pero está mucho más pequeña, con un casco antiguo medieval de calles estrechas, llenas de tiendas, que estaban abarrotadas de turistas.

Si algo marca está ciudad es su puente de madera, es uno de esos puntos diferentes que marcan una ciudad y que por ellos mismos merece la pena visitarlos. Sin duda debe ser uno de los monumentos más fotografíados de toda Suiza y es que su encanto es algo único.


Otro de los puntos más emblemáticos es la estatua del león moribundo, escarbada en la roca y con un realismo asombroso. 


 
Del paseo entre sus calles, me encantó la zona amurallada en la que me choqué con una zona deportiva con una pequeña pista de atletismo.

Día 4: Cataratas del Rin

El último día lo quise aprovechar para conocer las cataratas del Rin, que no estaban demasiado lejos de Zurich. Si alguna vez piensas en visitarlas y vienes en tren, piensa que para amortizar la sablada, al tener que sacar un billete de un día para tantas zonas tarifarias, ese mismo billete te sirve para llegar al aeropuerto o moverte por la ciudad.

Las cataratas son increíbles, había leído mucho que si mejor visitarlas de un lado, que si mejor de otro, no dejes de verlas desde cualquier ángulo, pero el mejor sitio para fotografiarlas es desde el frente, donde puedes ver toda la grandeza de este este regalo de la naturaleza.
 
 

Por cierto de ida a Neuhausen, población con parada de tren justo en los pies de las cascadas, tuve el único contratiempo en un tren durante mi estancia en Suiza, al tener que bajarnos e ir en bus por una avería. El resto de los cuatro días es increíble la eficiencia y puntualidad del servicio.

 
Como la excursión me llevó solo la mañana, a mí vuelta a Zurich me dije "qué puedo hacer ahora", pues subir a la colina más alta de Zurich para contemplar las mejores vistas de la ciudad. Utiliberg, y subí y subí, atravesando un bosque de colores, que no me hizo percatarme que iba apareciendo una densa niebla. Cuando llegué al punto más alto, vi que había una torre y seguí subiendo, si soy un poco Forrest Humo a veces, y una vez en lo más alto me vi rodeado de niebla y no pude ver nada. Una lástima, pero en general he tenido mucha suerte con el clima, sin frío, sin lluvia, hasta pude ver el sol la mayoría de días.

Y así acabó mi aventura. Vuelta al hotel y al aeropuerto.

Por cierto, aunque Suiza es caro, hay maneras de comer bastante económico, me encantó conocer la cadena Migros o Coop, una especie de Mercadona o Alcampo de aquí que en la mayor parte de sus tiendas tenía una zona de autoservicio para coger una gran variedad de cosas, tanto los típicos para llevar, como pizzas, hamburguesas, bocadillos, como otros típicos de por aquí y así pude probar bastantes cosas a buenos precios. 

Y para desplazarme entre las ciudades di con la aplicación GoEuro, que consigues ofertas para viajar en tren al mejor precio, no sólo funciona con los trenes de Suiza. Así que sin complicaciones me pude mover en menos de una hora entre Zurich y las ciudades visitadas.
Y si al margen de ver todas estas cosas me dió tiempo a entrenar, que el maratón de Valencia está cada día más cerca.

Vaya maravilla de días por Suiza, no he parado, pero han merecido bien la pena, he visto tantas cosas bonitas, necesitaba unos días así y el recuerdo que me llevo de esta estancia es increíble.
 

martes, 21 de agosto de 2018

Apurando las Vacaciones: Asturias



Para acabar las vacaciones de verano de este 2018, que mejor forma que unos días por Asturias, haciendo deporte, turismo, naturaleza, comer bien y también beber.

Oviedo

Aunque ya conocía esta ciudad de hace años, ahora la he podido visitar con más calma, pequeña, pero con mucho encanto, paseando entre sus plazas, fotografiándome con su multitud de estatuas, Mafalda, Woody Allen, la culona, la gorda. Visitar la catedral, comer un buen cachopo y beber sidra en la calle Gascona.


Con el Tour de la Regenta, que por solo 4€ te recorría todo el casco antigua de la ciudad, conocí un poco más de la historia de Asturias, la verdad sobre la batalla de Pelayo, la Abeja Maya, Letizia, el robo de las reliquias de la Catedral, el Asturias Patria Querida y un sinfín de anécdotas que a medio camino entre la realidad y la leyenda te muestran un Oviedo apasionante. 



El Descenso del Sella

Este año se nota que ha llovido de lo lindo y el Sella bajaba con mayor caudal que la vez anterior que realice esta actividad, además como este fin de semana coincidía con un festival en Arriondas, era increíble la cantidad de piraguas que nos adentrábamos en las agua remando con mayor o menos destreza hacía Ribadesella.
 



Covadonga y sus lagos

He necesitado tres visitas a Asturias para conocer al final los lagos de Covadonga, las veces anteriores a pesar de subir y estas a escasos metros de los lagos, por culpa de la niebla no fui capaz de contemplar su belleza.
 
 
Si bien, me dejó bastante mejor sabor de boca aquellas visitas que el circo que he visto esta vez, me cuesta tanto disfrutar de este regalo de la Naturaleza, cuando esta atestado de gente y es que menudo negocio hay montado en torno a los lagos, no veo mal que corten el tráfico y solo permitan subir a los autobuses, ya me parece más discutible los 9€ por persona que cuesta la ida y la vuelta, pero el problema no es ese, sino que no dejan de subir y bajar autobuses durante todo el día, plagaditos de turistas como yo, que convertían ese paraíso de montaña, vistas y agua, en algo más parecido a la calle “el coño” de Benidorm.


En fin, será que pienso en montaña e imagino, paz, silencio, tranquilidad.

Sin ninguna duda y a pesar de la cantidad de gente, merece la pena visitar los lagos y detener a mitad camino a visitar a la Santina, su cueva, Pelayo y el Santuario.

Ruta del Cares

Aquí si que disfruté como un verdadero enano, realizando los 11 km que separan Poncebos con Cain, haciéndome fotos cada nada, disfrutando de esas vistas, de la “Garganta Divina”, sobre el rio Cares, en una ruta esculpida en la roca que atraviesa cuevas, puentes, con unas vistas vertiginosas del desfiladero.
 
Como no tuve bastante, al llegar a Cain, me apreté mis zapatillas, comí el plátano y el agua que llevaba y volví corriendo hasta mi inicio, entre los ánimos de muchos senderistas, que me pusieron una sonrisa en el rostro que ya necesitaba, tras unos meses sin poder entrenar o con muy malas sensaciones cuando lo hacía. El golpe de autoestima que necesitaba ahora que arranca la temporada.


 

Los Pueblos: Cangas, Llanes, Ribadesella.

Cuando solo estas cinco días en una zona con tantas cosas que hacer y visitar tienes que aprovechar el tiempo y sacrificar algunas cosas por hacer otras, pero han cundido de lo lindo, pasando las tardes noche siempre en algún pueblecito.

En Cangas, paseando por sus calles, fotografiando su maravilloso puente, desde arriba, desde abajo, junto al rio.



En Llanes, conociendo el mirador junto a la pequeña playa del Sablón con unas vistas increíbles de la población por un lado y de la inmensidad del mar por el otro. El puerto, los cubos de colores.


Y en Ribadesella, comprobando lo fría que esta el agua por estos lares, paseando por fabuloso camino que asciende hacia la ermita.

 
Y en todos los sitios, buena comida, probando alguna cosa que no había probado, disfrutando de esa cualidad de esta zona de nuestro país, que me hace regresar a casa seguro con más peso que con el que vine a pesar de todo el ejercicio que he hecho, Asturias para la comida es diferente. Y para muchas cosas más también.