Normalmente utilizo este espacio, para hablar de mis viajes, mis
experiencias, de todo aquello que quiero compartir y poder rescatar en
cualquier momento de mi futuro. Hoy lo utilizaré para compartir una
carta escrita por mi hermano Gaspar, que comparto en su totalidad.
El ambiente del fútbol es indignante
Soy
aficionado al fútbol y seguidor del Atlético de Madrid. El pasado día
10 de Mayo, asistí junto con mi hermano, seguidor del Real Madrid, al
partido de vuelta de la semifinal de la Liga de Campeones en el Estadio
Vicente Calderón.
No vivimos en Madrid y no somos asiduos a
acudir a los estadios, pero nos encanta el deporte en general y el
fútbol en particular, y asistir a ese partido era un regalo que
pretendía disfrutar juntos de un encuentro tan emocionante. Ese día salí
pronto de mi trabajo, preparé unos bocatas, me puse la camiseta de mi
equipo, cogí mi bufanda de aficionado atlético y me fui a esperar a mi
hermano a la salida de su trabajo.
Sobre las 19:00 estábamos en
las inmediaciones del Estadio Vicente Calderón. El ambiente se palpaba
tenso. Nos disponíamos a sentarnos a merendar cuando dos policías nos
indicaron que en ese lugar no podía ser porque por ahí iban a llegar los
aficionados del Real Madrid. Por lo que buscamos otro sitio para tomar
nuestra merienda. Mi hermano prudente y retenido en sus sentimientos no
sacó de su mochila la camiseta del Real Madrid.
Tras merendar
dimos un paseo por los alrededores del estadio y tomamos unas fotos de
recuerdo, y cuando vimos que abrían las puertas del estadio, decidimos
aproximarnos a nuestra puerta de acceso en el lado norte del estadio. De
repente empezamos a ver botellas de agua y botes de refresco salir
volando en dirección a la policía y a los aficionados del Real Madrid
que llegaban juntos y escoltados. Asustados, nos quedamos quietos junto a
las paredes del estadio mientras seguíamos contemplando una batalla
campal verdaderamente indignante. Esperamos unos minutos hasta que
pudimos avanzar y llegar a nuestra puerta. Noté una sensación de alivio
cuando ingresamos al interior del estadio y encontramos nuestros
asientos.
Estábamos en la grada baja del Fondo Norte, justo
debajo de los aficionados del Real Madrid. Aquella separación, entre
unos aficionados y otros, lógicamente impedía la violencia física, pero
la violencia verbal era mayúscula con insultos y gestos de todo tipo de
manera recíproca.
Los equipos salieron a calentar y tanto mi
hermano como yo comentamos lo incómodos que nos encontrábamos en ese
ambiente y que, desde luego, no había sido muy buena idea acudir al
fútbol.
El partido comienza y el Atlético de Madrid muy pronto
hace su primer gol. En ese contexto, una gran cantidad de aficionados
del Atlético de Madrid en vez de aplaudir y animar a su equipo lo que
hicieron es girarse hacía los aficionados del Real Madrid y hacerles
cortes de mangas, peinetas e insultarles gravemente. Poco después llega
el segundo gol y la situación se repite y nuestra sensación de
incomprensión ante lo que estamos viviendo se hace cada vez más y más
desagradable.
Al filo del descanso, el Real Madrid marca su gol y
el ambiente se vuelve todavía más tenso pero con los aficionados en
papeles cambiados. En ese instante, recordé a mi hermano que
controlase sus impulsos y que desde luego, dejase su camiseta quieta en
su mochila; a lo que él me devolvió una pequeña sonrisa cómplice.
Durante
el encuentro y al final del mismo, pudimos ver gestos y adivinar
expresiones de distintos jugadores que tampoco ayudan nada a mejorar el
clima de respeto y deportividad que un evento de esta magnitud debería
vivir.
Me dirijo desde aquí a todos los responsables de generar
esta violencia, a todos los dirigentes de clubes, a aquellos políticos
que no ven el problema por ningún lado, a todo el que hace un comentario
desafortunado, a aquellos jugadores que son ídolos de mucha gente y que
no dan ningún buen ejemplo, a todos aquellos falsos aficionados, que
lejos de ver el fútbol, se dedican a sembrar discordia con insultos muy
graves y canticos hirientes con letras llenas de mal gusto.
Muy
señores míos, yo fui al fútbol con la ilusión de ver remontar al
Atlético de Madrid, pero también a pasar una tarde fantástica con mi
hermano, disfrutando del juego, disfrutando de la puesta en escena, del
coraje y la lucha de los míos, pero también, y por qué no, de la clase y
la habilidad técnica de los otros.
No entiendo por qué alrededor
del fútbol se permite todo. La mayoría tenemos algún familiar o
compañero de trabajo del otro equipo, y no creo que en las reuniones
familiares o en la oficina nadie vaya insultado al otro por ser
aficionado contrario. Pienso que ningún responsable de todo este circo
debería permitir actitudes como las que he estado relatando. Por encima
de ganar o perder debería estar defender la educación y el
comportamiento cívico.
Llámame iluso por que tenga una ilusión,
que los responsables formen a los aficionados en el arte de cantar y
animar desde el respeto, y que lo contrario se persiga y no se permita.
Llámame
iluso por que tenga una ilusión, que los clubes formen a sus jugadores y
entrenadores en el arte de jugar y luchar desde el respeto, y que lo
contrario igualmente se persiga y no se permita.
Llámame iluso por que tenga una ilusión, que los responsables lo sean realmente.
Llámame iluso por que tenga una ilusión, que pueda ir con mi hermano a un derbi y cada uno con la camiseta de su equipo puesta.
Gaspar García Serrano