No sé qué me trajo a China, quizás solo el deseo de seguir conociendo
maravillas del mundo y ahora que estoy en un momento de mi vida que me
lo puedo permitir, me fue picando la curiosidad de conocer el gigante
asiático y visitar la muralla china, además de
otras zonas del país.
Tras mirar distintos viajes de agencias y enganchar a mi aventura, a
Pilar, una de las chicas del viaje a la India del año pasado, decidimos
adentrarnos en el país por nuestra cuenta, organizando todo a
nuestro antojo.
Viajar a China no es fácil, conseguir el visado, el problema del idioma
(a penas saben inglés), la distancia, ...pero todos los obstáculos se
fueron salvando, disfrutando de una experiencia inolvidable.
Pekín
La capital de China es una ciudad inmensa, de distancias eternas, con
mucho calor en estas fechas del año y llena de gente que salían como
hormiguitas de cualquier sitio.
Me llamó mucho la atención ver qué no hay mucha diferencia en la
sociedad de Pekín con la nuestra, vestimos igual, vamos con el móvil de
un lado a otro igual, mismas tiendas, los atascos, las prisas,... sino
fuera por las diferencias étnicas, podríamos pensar
que es igual a cualquier capital europea.
Tras un largo viaje de 11 horas, enlazamos un día con el siguiente y
comenzamos a visitar la ciudad, comenzando por la Ciudad Prohibida, qué
de gente, qué locura, un verdadero agobio, que se incrementó cuando nos
dijeron que no quedaban entradas para ese día
y que teníamos que reservar para otro día por internet. Entre el calor,
el cansancio, el sentirnos abrumados entre tanta gente pasamos un rato
complicado que poco a poco se fue disipando.
Como ya estábamos por esa zona visitamos un par de parques desde los que
se divisan las mejores vistas de todo el complejo de la ciudad
Prohibida.
Por la tarde noche, visitamos una de las calles más comerciales de la
ciudad,Wangfujing, llena de tiendas y puestecillos. Tenia miedo de las
comidas por aquí pero el primer día me hizo perderlo por completo porque
la comida china estaba riquísima, llena de
variedad, sin necesidad de comer excentricidades.
El segundo día me encantó, por la mañana visitando el Palacio de Verano,
una verdadera maravilla, con un conjunto de templos sobre la montaña,
hasta llegar a un lago inmenso que paseamos casi por completo y cruzamos
en barca. Sin ninguna duda es el sitio más
hermoso de todo Pekín.
Por la noche ese día vimos la villa olímpica con el fabuloso estadio,
conocido como el Nido, la iluminación por la noche es una verdadera
pasada.
El tercer dia, llego el momento de visitar la muralla China, decidimos
ir a una zona un pelín más alejada de Pekín pero que no tiene tanta
saturación de gente y fue todo un acierto. Negociamos el precio con el
taxista que nos esperaría a la vuelta para traernos
de vuelta a Pekín.
La muralla es increíble, inmensa, en un entorno de montañas precioso. La
alcanzamos en un teleférico y luego a nuestras anchas, fuimos subiendo y
bajando por ella hasta perdernos en una zona ya menos turística en la
que la naturaleza ha ido engullendo a la
propia muralla. Fue impresionante!!Como impresionante la bronca que nos
echó el taxista que nos esperó tres horas más de lo que le dijimos.
Esa noche, nos adentramos en otra zona super animada de Pekín, la calle Qianmen. El momento de la fuente de música fue precioso.
Nuestro cuarto y último día en Pekín, lo aprovechamos para ver al fin la
ciudad prohibida, aunque cualquiera que venga a Pekín este sitio será
un imprescindible en su visita, debo reconocer que me defraudó y solo
sentí una abrumadora sensación de estar rodeado
de miles y miles de personas.
Antes de poner rumbo al aeropuerto visitamos el Templo del Cielo y una
fabuloso lago que teníamos al lado del hotel, que me pareció un
verdadero oasis en mitad de la locura de esta ciudad.
Yanshuo
China es casi como un continente y las distancias entre zonas es
bárbara, por lo que fuimos en avión hasta Guillin, para conocer una zona
menos famosa de China pero que me dejó unas ganas inmensas de volver y
pasar más tiempo por la preciosidad de todo el entorno.
Yanshuo es un pueblo rodeado de montañas, pero no unas montañas
cualquieras son unas montañas redondeadas como las que salían en bola de
dragón por eso mucha gente las conoce como las montañas de Goku.
Es un sitio mágico y si no lo crees busca Yanshuo en Google y verás como no exagero.
El primer día allí, nos alquilamos unas bicis y fuimos recorriendo el
río Yulong, entre las montañas, viendo una China mucho más rural, con
campesinos trabajando el campo y unos paisajes únicos. Nos bañamos en
varias zonas del río, vimos las balsas de bambú
que llevan a muchos turistas río abajo, rescatamos a una China de las
aguas y sobre todo llenamos nuestras retinas de imágenes mágicas, que
seguirán en nuestro recuerdo durante mucho tiempo.
Me llamó la atención como por esta zona nos cruzábamos más con turistas
occidentales que de China, es como que que el turista chino no relaciona
el ocio con el ejercicio físico o no terminan de valorar la preciosidad
de esta zona.
Si sorprendente fue lo que vi de día, sorprendente también fue lo que vi de
noche, porque no me lo esperaba nunca, la calle West Street de Yanshuo
albergaba una inmensidad de puestos, tiendas, restaurantes, bares con
música en directo, discotecas, un ambientazo
descomunal. De verdad tenéis que verlo para creerlo.
El segundo día, contratamos el famoso crucero que recorre el Río Li,
entre sus meandros y montañas. Una verdadera delicia, pero lo que nos
costó subirnos al barco con la seguridad que podríamos movernos
libremente por sus terrazas para poder hacer fotos. Cosas
del idioma.
El tercer día, volvimos a coger unas bicis y vimos una de las zonas más
famosas de Yanshuo el MoonHill, una colina con un agujero en el centro
en forma de luna de allí su nombre, un rincón único.
Y de allí las
sorpresas continuaron en la visita a las Walter
Cave, unas cuevas dónde pudimos bañarnos en barro y relajarnos en unas
pozas de agua caliente increíbles, vaya Spa dentro de una cueva. Una
experiencia única.
Shanghái
Llegamos a dormir a Shanghái y la primera imagen del hotel fue
maravillosa, una ventana grandísima que ocupaba por completo un lado de
la habitación con unas vistas espectaculares.
Ya al siguiente descubrimos que desde el hotel podíamos ir caminando a
gran parte de los atractivos de la ciudad lo que nos daba una libertad
que no tuvimos en Pekín, aquí las distancias no eran tan enormes. Del
hotel salimos rumbo al People Square la plaza
más característica de la ciudad y de allí al Bund, sin duda la zona
más mágica e icónica de Shanghái, al poder ver todos los rascacielos que
caracterizan la ciudad.
Reconozco que soy mucho más de edificios antiguos que de la grandeza de
los rascacielos pero la estampa de Shanghái era realmente hermosa.
Por la tarde tras correr un poco, vimos por primera vez la ciudad
iluminada por la noche, las calles más comerciales, llegando de nuevo a
la zona del puerto. Vaya pasada, que combinación de colores, luces,
imágenes. Es algo distinto a todo lo demás. Maravilloso.
Al día siguiente visitamos la zona de los jardines de Yuan Yuan, con
muchos bazares a su alrededor y unos puentes, agua, piedras, templos,
realmente bonitos.
Por la tarde nos esperaba el clásico free tour que me gusta hacer
siempre que llegó a una ciudad, en esta ocasión no lo había en
castellano, teniéndonos que conformar con hacerlo en inglés, que con la
poca gente que sabe hablarlo ya era un logro. (Incluso en
las recepciones de los hoteles teníamos que tirar habitualmente del
Google Translator, para preguntar en chino cualquier cosa).
El tour fue bastante entretenido y coincidimos con un buen grupito de
españoles que como no podía ser de otra forma terminamos en un bar
tomándonos unas cerves.
El tercer día, intenté en vano bañarme en alguna piscina por la mañana
ya que las horas centrales del día estaban siendo insoportables, pero no
hubo forma.
Por la tarde nos fuimos a subir uno de los rascacielos de la ciudad para
ver Shanghái desde las alturas. Desde allí vimos una puesta de sol
magnífica y como las luces volvían a llenar de vida la ciudad, fue una
experiencia preciosa. Eso sí, las luces sólo están
encendidas hasta las 23h. Aquí se van a dormir muy pronto..
Suzhou
Por la mañana del día siguiente nos pusimos rumbo a Suzhou, una ciudad
cercana a Shanghái que se conoce como la Venecia asiática.
Algo se parece porque tiene bastante canales, puedes montar en una
especie de góndolas de seis plazas que nosotros compartimos con una
familia de Honk Kong y está llena de puentecitos. En especial en una de
sus calles más comerciales.
Al margen de la zona de canales,visitamos varios jardines preciosos,
llenos de lagos, puentes, templos, una pagoda y la zona amurallada.
Sin ninguna duda merece la pena pasar un día por aquí si tienes tiempo.
Una ciudad mucho más calmada que Shanghái de ambiente universitario con
rincones encantadores.
Hangzhou
Nuestro último destino era Hangzhou. Otra ciudad cercana a Shanghái,
conectada fantásticamente por medio del tren de alta velocidad.
Si por algo destaca Hangzhou es por su lago, el lago del oeste, una
verdadera maravilla. Y a su alrededor un eterno parque donde se hacen
miles de actividades, como bailar, taichi, actuaciones en directo...mi
compañera de viaje fue buena protagonista entre
los chinos y sus bailes. Visitamos una isla en el centro de lago y pude
correr por sus orillas a la mañana siguiente.
Y así termina mi historia por el gigante asiático, dos semanas
inolvidables, visitando muchos sitios preciosos, con miles de anécdotas,
los problemas con el lenguaje, las comidas siempre en sitios locales
normalmente riquísimas, sin saber con seguridad lo que
pedíamos, lo amable y serviciales que son los chinos, y también lo
guarros que pueden llegar a ser escupiendo, las mil y una fotos de esta o
de aquella manera que nos hemos hecho y la de fotos que nos han pedido
hacernos con ellos, al vernos diferentes, los helados, ...
Una experiencia única que espero haya sido también especial para mí
intrépida compañera de viaje, Pilar, que sin apenas conocernos hemos
sabido llevarnos muy bien o eso creo, a pesar de las dudas de los
primeros momentos.
Ahora vuelta a la vida real, los entrenamientos, el trabajo, pero el verano continúa y habrá que seguir disfrutando.