Hay lugares que aunque
los visites muchas veces, te siguen pareciendo increíbles y
Salamanca es uno de ellos, para mí una de las ciudades más bonitas
de España, con un patrimonio de una belleza incalculable. Y sé que
es una ciudad especial para mí, porque tiene muchos rincones en los
que me resulta imposible resistirme a pasear por ellos sin tomar una
foto. Da igual las veces que haya estado, que vaya de turismo, a
pasar un fin de semana cualquiera o incluso a correr una media
maratón, vaya por lo que vaya, esa irresistible sensación de
inmortalizar un momento, me invade.
Y es que me encanta
pasear por su centro histórico, esas calles entre la clerecia, la
casa de las conchas, la fachada de universidad, donde mientras todos
los turistas miren buscando a la famosa rana, señalando con el dedo
y diciendo “allí, allí”, yo les miro a ellos, veo sus caras, y
veo como la mayoría no ven nada y se pierden la gran cantidad de
detalles de una fachada fabulosa. Entre calles llegas a la increíble
catedral y el astronauta, que para muchos ni sabrán que exista,
bajas hacía el río y nos detenemos en el huerto de Calixto y
Melibea. Y terminamos llegando al rio Tormes y al puente romano.
De entre todos los sitios
de Salamanca, hay dos que siempre, siempre fotografío, uno de ellos
la plaza mayor, el centro de todo, una plaza única.
El otro, las vistas de la
ciudad desde el otro lado del río, sencillamente increíbles, da
igual que sea de día o de noche, que tenga ya mil fotos iguales, es
una postal que me encanta.
El tema comer y beber es
fabuloso, la carne en esta tierra esta riquísima y en este viaje no
pasamos ni pizca de sed.
Me gusta Salamanca, ¿la
conoces?
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