Esta aventura del maratón de
Sevilla, comenzaba hace ya muchos meses, cuando pocas semanas después de acabar
el maratón de Madrid del 2016 y en mitad de ese periodo de alimentarnos de
nuevos retos tras conseguir un objetivo, apareció la idea del maratón de
Sevilla.
Sin mucho dudarlo, sacamos
dorsal, alojamiento y como quedaban 9 meses para la prueba, y el AVE aún no se podía
comprar, miramos la posibilidad de ir en avión, los precios eran asequibles,
así que completamos el viaje al completo.
Pocos meses después de tener el
viaje cerrado, mi vida personal daba un giro inesperado e intenté cambiar el
titular del billete de Irene, que lógicamente ya no me acompañaría, pero Iberia
no permite cambiar el nombre de las personas de una reserva, ni siquiera con
algún tipo de sobrecoste y tampoco cancelar el billete. Así que dinero tirado a
la basura, como el de mi próximo viaje a Atenas en Semana Santa. Es vergonzoso
que Iberia no permita hacer una gestión de este tipo, cuando incluso Ryanair te
lo permite. Y más indignante es cuando terminan colocándote a tu lado en el
avión, en el asiento de tu acompañante que has pagado con tu bolsillo, a otro
viajero. Pero bueno eso es otra historia.
Tras mucha espera, cambios,
entrenos, marcas, metas, quedadas para prepararlo todo…llegó este fin de
semana. Viajaba con mi hermano, mi
cuñada, Jose, David, (los runners) y la mujer de David. Aunque a Sevilla
también irían cinco villanos, José, Nati, Carlos, Verdeal y Edu, más otros
conocidos como David Cortés, Somolinos, Nikol, Beja o los hermanos Cerro.
El fin de semana prometía y no
nos defraudo, ya la noche del Viernes, paseando por el centro histórico, la
Torre del Oro, la Catedral, la Giralda, poniéndonos hasta arriba de raciones
sevillanas, disfrutando de la ciudad e inspeccionando el kilómetro 38 de la
carrera, pintado en la calzada, junto a una línea verde, que marcaría nuestra
carrera, día y poco más tarde. De camino al hotel junto al Sanchez Pizjuan,
paseamos por la impresionante plaza de la Encarnación y la faraónica obra conocida
como “Las Setas”.
A la mañana siguiente, nos
levantamos pronto y corrimos un par de kilómetros alrededor del estadio
sevillista; la gran cantidad de atletas, habituándose al horario, nos
encontramos durante las primeras horas de la mañana.
De allí a la feria del corredor,
el espíritu del maratón se empieza a palpar, todo el mundo habla de la carrera,
de si lloverá o no lloverá, de la gente animando. Sientes nervios, emoción,
quieres que llegue ya el momento, ya tienes tu dorsal, solo falta el pistoletazo
de salida.
La mañana del sábado, hacia un
día primaveral en Sevilla, en la plaza de España, paseamos en mangas de camisa
y atravesando el parque de Maria Luisa, cogimos el paseo paralelo al rio, hasta llegar a los pies de la Torre del Oro y
la Maestranza, más tapas por el centro y la primera carga de hidratos del día,
tras encontrarnos con mi amigo “Buitre”, que venía a correr su primera maratón.
Por la tarde, mi hermano Gaspar y
yo, nos fuimos a ver a nuestra familia sevillana, fue fabuloso compartir un
rato con ellos y ver las fotos de mi tío, entrando en meta de varias maratones
de Sevilla, cuando eso de la fiebre del running aún no se había convertido en
plaga por la sociedad.
Antes de cenar, hice lo posible
por encontrarme con mis villanos y seguimos cargando hidratos antes de
dormirnos, qué difícil es conciliar el sueño antes de una maratón, apenas
dormimos 4 horas, entre nervios e incertidumbre.
Era muy de noche cuando salimos
en dirección al autobús lanzadera, que nos llevaría a la salida. Fuimos juntos tanto
mi grupo de runners como los villanos y tras un caótico paseo turístico, en el
que no terminábamos de llegar al estadio, el autobús nos dejaba en medio de una
rotonda, a dos kilómetros del ropero, al que llegamos casi sin tiempo para
despedirnos, dejando nuestras bolsas deprisa y corriendo y yendo como podíamos
a la salida.
Por suerte, entre la multitud, me
encontré con Carlos y Verdeal, y compartí con ellos el calentamiento hasta
nuestros respectivos cajones. Poco quedaban para las 8:30, el momento había
llegado, por delante 42km.
Mi idea de carrera era salir
entre 4:15 y 4:20, lo que sería acabar la carrera entre las 3h00 y las 3h05, me
fui conteniendo mucho los primeros kilómetros, en los que vi como el globo de
las tres horas se escapaba y Verdeal me alcanzaba, compartí con él unos metros
y pensé muchísimo en compartir con él la carrera, pero quería mi así que deje
que se escapara en el horizonte.
De la primera parte del
recorrido, fue vibrante atravesar el rio Guadalquivir (realmente es el canal
Alfonso XIII) sobre el puente del San Telmo, junto a la Torre del Oro, esa
curva está repleta de gente. Poco después distingo entre el bullicio a los
padres de Jose animándome. Paso el primer 10k en 43 minutos, me siento muy bien
y decido, intentar hacer todos los kms siguientes a 4:15, pero sin emocionarme.
Por el Km 17, sabía que estaría
mi cuñada Cristina animando, como voy según el horario previsto, dudo por un
momento que haya llegado al punto acordado, pero la distingo a lo lejos,
siempre es un momento especial cuando alguien te anima, ese es el mejor
avituallamiento.
Los siguientes kilómetros hacía
la media maratón son muy monótonos, desde la estación de Santa Justa, te sacan
de la ciudad por una interminable recta. El paso por mitad de la carrera, unos
segundos por encima de 1h30, sigo sintiéndome bien, así que aguanto el ritmo.
La mitad de la carrera ha pasado y todo está saliendo como tenía pensado.
De camino al km 30, volvemos a
pasar por la zona de mi hotel, allí está otra vez mi cuñada animando, en esos
kilómetros, en los que el ritmo seguía constante, me llevo un pequeño susto, en
un avituallamiento, me entra bebida isotónica en los ojos, por unos metros
corro a oscuras, con una sensación de mareo, como si me fuera a derrumbar de un
momento a otro, pero no me detengo y el mareo se difumina, entre cada zancada.
Rumbo al Villamarin, doy caza a
Verdeal, le veo tocado, pero no hundido, nos saludamos, y continúo mi viaje.
Tenía el campo del Betis, como un hito vital en la carrera, ya que era el punto
más lejano hacía la meta, ya solo quedaba volver.. En la interminable recta del
Paseo de la Palmera, hay bastante viento y pierdo algunos segundos en cada
kilómetro, ya empiezo a hacer las cuentas de la vieja en mi cabeza, si
consiguiera ir un poco más rápido del 4:15 aún podía intentar las sub3 horas,
estoy cansado, pero aún tengo fuerzas. En el Parque de Maria Luisa, hay un
avituallamiento en el que demasiada gente se para, pierdo algo de ritmo y
siento como ya no es fácil volver a cogerlo, las cuentas las empiezo a hacer al
revés, bueno David, no pensabas que ibas a correr un maratón sin sufrir…
aprieto los dientes, atravieso la Plaza España, con los pelos como escarpias y
me tomo mi último gel.
Cada vez me cuesta mirar más al
frente, recuerdo el andén del tranvía, pero apenas levanto la vista, para ver
la catedral, siento que hay gente animando, pero no me lleva en volandas, ya no
miró adelante, paso el km 38 que habíamos visitado el viernes, sólo quedan 4 y
aún puedo seguir corriendo a buen ritmo, pero es imposible luchar por bajar de
3 horas, si hubiera salido un pelin más rápido, pienso.. Temía mucho la zona de
adoquinado del centro, si bien es en otra calle, de camino al Puente de la
Barqueta, cuando el dolor en los gemelos por el adoquinado comienza a ser
importante, vamos David, que ya no queda nada. Voy a adelanto a algún zombie y
recuerdo mi sufrimiento en Madrid, del año pasado y que con la poca distancia
que queda, pasase lo que pasase, iba a hacer un tiempazo, encaro los últimos
kilómetros, que ya habíamos paseado por la mañana tras bajarnos del bus, veo el
estadio, me voy dejando llevar, me emociono, bajo la rampa del túnel que nos
introduce al estadio, es como que me arrancan las piernas, vaya bajadita a
oscuras a estas alturas… encaro los últimos metros, al pasar por el km 42, las
lágrimas de emoción inundan mi rostro, el eco de la gente animando es
impresionante, estoy feliz, levanto los brazos y cruzo la meta.
La sensación de satisfacción es
increíble, me dan mi medalla y exploto, todas esas emociones de tristeza, de
pena, de dolor, salen a luz, incontroladas, rodeadas de una felicidad única, es
difícil de explicarlo.
De allí, comenzó la verdadera
penuria del maratón, hasta que no tomé algo de comer, estaba mareado, apenas
podía ver más allá de dos metros, lo veía todo azul, una procesión de zombies
en el interior del estadio. No podía caminar, me dolía el estómago. Me empecé a
encontrar con caras conocidas, unos más contentos que otros, unos más muertos
que otros, pero todos héroes.
Y volvimos al hotel, entre
felicitaciones por el whatsapp, asimilando lo que había hecho, exhausto no solo
físicamente, sino también mentalmente. Cuando nos habíamos repuesto un poco y
cada cual había seguido su particular calvario, hasta el hotel, el aseo, la
ducha y las escaleras, los runners no fuimos a darnos un homenaje a un
argentino, donde degustamos buena carne.
Enhorabuena Dave por esa gran carrera, y por la pequeña parte que nos toca al tenerte de compañero de club....y todo lo que queda por venir...
ResponderEliminarLa suerte es mia teneros a mi lado, mi gran familia villana
EliminarMis felicitaciones Dave, realmente espectacular tu carrera, y un verdadero placer compartir con vosotros este finde de semana en una ciudad preciosa. Un fuerte abrazo compañero.
EliminarNikol.