sábado, 29 de diciembre de 2018
domingo, 16 de diciembre de 2018
Y por qué no escribir de Riad
En los últimos meses he tenido que viajar dos veces a la
capital de Arabia Saudí, Riad. Sinceramente era muy reacio a viajar aquí, en
parte por los prejuicios, las noticias que llegan y que lo poco que sabes de su
cultura y tradiciones no motiva para nada la visita del país árabe.
Tras pasar algo menos de un mes, entre mis dos visitas he
podido al menos formarme una idea más real, de lo que es Arabia Saudí en
general y su capital Riad en particular. Miguel Unamuno, dijo una vez que el “Racismo
se cura viajando”, y la verdad que viajar te abre la mente y me ha permitido
ver Arabia Saudí, al menos con otros ojos.
Lo primero que sentí cuando llegué a Arabia Saudí, realmente
era miedo, tenía temor de hacer algo que no estuviera permitido, ya sabía que
aquí no se puede beber alcohol, no se come cerdo, que las mujeres tienen que ir
vestidas con la abaya, una túnica negra que les cubre todo el cuerpo y que las
mujeres musulmanas solo muestran sus ojos, pero al margen de estas cosas ya
sabidas, fruto del desconocimiento, tenía cierto respeto, en el transitar por
el aeropuerto, en un taxi, al hacer una foto, o incluso escribiendo estas líneas,
porque no sabes qué es lo que está o no permitido hacer.
Con el pasar de los días, ganas en seguridad, ya que en tu
deambular por la ciudad entre el alojamiento, la oficina, los taxis, no ves
nada que te haga sentir inseguro, solo la inmensidad de una ciudad, construida en
mitad del desierto, llena de vida, vehículos, carreteras y dentro de poco un
Metro, que un puñado de empresas españolas estamos construyendo.
La mayor parte de los occidentales en Riyadh, vivimos en unos
resort, llamados Compaund, dentro de ellos, hay mucha más libertad, sobre todo
para las mujeres, que pueden ir vestidas como quieran. En nuestro Compaund, teníamos
piscina, jacuzzi, gimnasio, tiendas,… aún no siendo muy grande, la verdad es
que se vivía muy bien allí.
Sobre la comida, la verdad que me sorprendió como en Riad hay
mucho donde elegir, puedes encontrar todo tipo de comida, de cualquier parte
del mundo; hindu, mejicano, italiano, libanes, turco,… además hay gran número
de centros comerciales y siempre tienen gente. Sorprende ver todas las típicas cadenas
de ropa femenina, que llevarán puesta por su casa o debajo de sus abayas… Y los
restaurantes están separados en dos zonas, para hombres y para familias, nunca
verás a una mujer sola en ningún sitio.
La ciudad está llena de mezquitas, algunas más bonitas y
grandes que otras. Los sauditas y por ende el mundo musulmán mantienen unas creencias
religiosas muy férreas, pero cuando pasas tiempo aquí te das cuenta que no es
muy diferente al fervor católico que se vive en muchas zonas de España en
Semana Santa, eso sí aquí durante todo el año. Al final son culturas diferentes
y lo único que necesitas es respetar sus costumbres.
Sobre el turismo, la verdad es que solo tuve un día para
adentrarme en la ciudad, el país tardará en abrirse al mundo, como ya han hecho
otras zonas cercanas como Dubai o Qatar, en mi opinión por dos razones
principales, una el obligar a sus visitantes a cumplir sus costumbres y dos,
por lo costoso de conseguir un visado de entrada al país. Mientras no cambien
estas restricciones, solo recibirán visitas de trabajadores y familiares de
estos trabajadores.
En este día de turismo conocí, dos zonas, el Kingdom Tower,
la torre más alta de la ciudad, en forma de abridor, de más de 300 metros de
altura y las vistas más impresionantes de la inmensidad de la ciudad, en la que
no encuentras fin.
Y la otra zona, lo que sería el casco antiguo de la ciudad,
con la fortaleza de al-Masmak, que alberga el museo de historia de Riad, la Torre
del Reloj y la Plaza Dirah, junto a una de las mezquitas más grandes de la
ciudad. La zona estaba llena de vida, con numerosos bazares en las calles aledañas
y muchos niños jugando al fútbol en la plaza, donde dicen que aún realizan
ejecuciones públicas, un contraste difícil de creer.
Esto es Riad, no sé si tendré que volver, muy posiblemente
sí, pero sin duda en el caso de volver, ya no tendré ese temor de la primera
vez, porque se tiene miedo a lo desconocido y aunque poco ya sé como es la vida
en la capital de Arabia Saudi.
miércoles, 7 de noviembre de 2018
Conociendo el Otoño de Suiza
No tengo muy claro que me terminó trayendo a Suiza, supongo que un poco
el destino, el disponer de unos días libres y ponerte a buscar aquellos
sitios que aún no has visitado..
Así encontré como Swiss la "Iberia" de Suiza, tenía buenos precios para
este puente de los Santos, me lié la manta a la cabeza y de nuevo otro
viaje en solitario para seguir conociendo mundo.
La experiencia impresionante, Suiza es un país precioso, con mucho más
que lo que a priori se conoce como las navajas, los relojes, la
puntualidad, el chocolate, el dinero, los bancos o ese poder de
grandeza, ...al margen de todo esto también es un lugar que no pensaba
que me fuera a gustar tanto y que además en estas fechas otoñales tenía
un color inolvidable.
Día 1: Zurich
Llegué muy temprano al aeropuerto de Zurich y mientras la ciudad se
despertaba para un nuevo día, yo ya estaba llegando a mi hotel.
De camino un paseo desde la estación central por el lado del río Lemmat que cruza, la capital financiera del país.
Ya sin maletas, comprobé la grandeza del lago de Zurich, con los Alpes
al fondo. Paseé por sus calles, la catedral con sus torres gemelas, sus
iglesias con sus grandes relojes y sobre todo el barrio de Lindenhof,
donde llegas a una colina incrustada en el centro más antiguo de la
ciudad y desde dónde tienes unas bellas vistas al río.
Justo después de comer tenía contratado un tour para ver Zurich y sus
alrededores, en ausencia de free tour, (cómo iba a ver algo gratis
aquí), vi en Civitatis, una excursión que tenía buena pinta, algo caro
52€, pero incluía un paseo en barco por el lago y la subida a un
funicular, cómo lo había en español pues adelante. La verdad me esperaba
mucho más de la excursión de más de 4 horas, solo las vistas desde una
de las colinas que bordean Zurich merecen la pena, ya que se abusa de ir
de un lado en otro en autobús y las ciudades para verlas hay que
patearlas. Pero bueno pude conocer un poco más de la ciudad, las
universidades, crucé el lago en un ferry y la zona donde te lleva el
funicular era preciosa.
Día 2: Berna
Una de las ciudades más bellas que he visitado nunca, reúne muchos de
esos detalles que hacen que disfrute de una ciudad, un casco antiguo
medieval, en una zona elevada rodeada por el meandro del río Aare, sus
calles empedradas llenas de fuentes, los puentes, los tranvías, a penas
coches, muy fotografiable desde muchos miradores.
Corrí de arriba a abajo sus principales calles, con las galerías llenas
de tiendas, de vida, de la zona de la estación y el Parlamento hasta la
zona de los osos, pasando por la catedral, el reloj astronómico.
Sin duda el lugar más bonito es el jardín de las rosas, supongo que en
verano será impresionante también por sus flores, pero aún así en la
época que estamos, el lugar es mágico con las mejores vistas de la
ciudad, una postal de cuento de las que cuesta despedirse y que cuando
terminas yéndote aún guardas en tu retina y puedes volver a ver sólo
cerrando los ojos.
Berna, un lugar inolvidable
Día 3. Lucerna
A menos de 50 minutos de Zurich llegamos a Lucerna, una de las ciudades
más turísticas de Suiza, en forma me recordó mucho a Zurich, su lago, el
río que parte del casco antiguo de la ciudad, se le asemeja bastante
pero está mucho más pequeña, con un casco antiguo medieval de calles
estrechas, llenas de tiendas, que estaban abarrotadas de turistas.
Si algo marca está ciudad es su puente de madera, es uno de esos puntos
diferentes que marcan una ciudad y que por ellos mismos merece la pena
visitarlos. Sin duda debe ser uno de los monumentos más fotografíados de
toda Suiza y es que su encanto es algo único.
Otro de los puntos más emblemáticos es la estatua del león moribundo, escarbada en la roca y con un realismo asombroso.
Del paseo entre sus calles, me encantó la zona amurallada en la que me
choqué con una zona deportiva con una pequeña pista de atletismo.
Día 4: Cataratas del Rin
El último día lo quise aprovechar para conocer las cataratas del Rin,
que no estaban demasiado lejos de Zurich. Si alguna vez piensas en
visitarlas y vienes en tren, piensa que para amortizar la sablada, al
tener que sacar un billete de un día para tantas zonas tarifarias, ese
mismo billete te sirve para llegar al aeropuerto o moverte por la
ciudad.
Las cataratas son increíbles, había leído mucho que si mejor visitarlas
de un lado, que si mejor de otro, no dejes de verlas desde cualquier
ángulo, pero el mejor sitio para fotografiarlas es desde el frente,
donde puedes ver toda la grandeza de este este regalo de la naturaleza.
Por cierto de ida a Neuhausen, población con parada de tren justo en los
pies de las cascadas, tuve el único contratiempo en un tren durante mi
estancia en Suiza, al tener que bajarnos e ir en bus por una avería. El
resto de los cuatro días es increíble la eficiencia y puntualidad del
servicio.
Como la excursión me llevó solo la mañana, a mí vuelta a Zurich me dije
"qué puedo hacer ahora", pues subir a la colina más alta de Zurich para
contemplar las mejores vistas de la ciudad. Utiliberg, y subí y subí,
atravesando un bosque de colores, que no me hizo percatarme que iba
apareciendo una densa niebla. Cuando llegué al punto más alto, vi que
había una torre y seguí subiendo, si soy un poco Forrest Humo a veces, y
una vez en lo más alto me vi rodeado de niebla y no pude ver nada. Una
lástima, pero en general he tenido mucha suerte con el clima, sin frío,
sin lluvia, hasta pude ver el sol la mayoría de días.
Y así acabó mi aventura. Vuelta al hotel y al aeropuerto.
Por cierto, aunque Suiza es caro, hay maneras de comer bastante
económico, me encantó conocer la cadena Migros o Coop, una especie de
Mercadona o Alcampo de aquí que en la mayor parte de sus tiendas tenía
una zona de autoservicio para coger una gran variedad de cosas, tanto
los típicos para llevar, como pizzas, hamburguesas, bocadillos, como
otros típicos de por aquí y así pude probar bastantes cosas a buenos
precios.
Y para desplazarme entre las ciudades di con la aplicación GoEuro, que
consigues ofertas para viajar en tren al mejor precio, no sólo funciona
con los trenes de Suiza. Así que sin complicaciones me pude mover en
menos de una hora entre Zurich y las ciudades visitadas.
Y si al margen de ver todas estas cosas me dió tiempo a entrenar, que el maratón de Valencia está cada día más cerca.
Vaya maravilla de días por Suiza, no he parado, pero han merecido bien
la pena, he visto tantas cosas bonitas, necesitaba unos días así y el
recuerdo que me llevo de esta estancia es increíble.
martes, 21 de agosto de 2018
Apurando las Vacaciones: Asturias
Para acabar las vacaciones de
verano de este 2018, que mejor forma que unos días por Asturias, haciendo
deporte, turismo, naturaleza, comer bien y también beber.
Oviedo
Aunque ya conocía esta ciudad de
hace años, ahora la he podido visitar con más calma, pequeña, pero con mucho
encanto, paseando entre sus plazas, fotografiándome con su multitud de
estatuas, Mafalda, Woody Allen, la culona, la gorda. Visitar la catedral, comer
un buen cachopo y beber sidra en la calle Gascona.
Con el Tour de la Regenta, que
por solo 4€ te recorría todo el casco antigua de la ciudad, conocí un poco más
de la historia de Asturias, la verdad sobre la batalla de Pelayo, la Abeja
Maya, Letizia, el robo de las reliquias de la Catedral, el Asturias Patria
Querida y un sinfín de anécdotas que a medio camino entre la realidad y la
leyenda te muestran un Oviedo apasionante.
El Descenso del Sella
Este año se nota que ha llovido
de lo lindo y el Sella bajaba con mayor caudal que la vez anterior que realice
esta actividad, además como este fin de semana coincidía con un festival en
Arriondas, era increíble la cantidad de piraguas que nos adentrábamos en las
agua remando con mayor o menos destreza hacía Ribadesella.
Covadonga y sus lagos
He necesitado tres visitas a
Asturias para conocer al final los lagos de Covadonga, las veces anteriores a
pesar de subir y estas a escasos metros de los lagos, por culpa de la niebla no
fui capaz de contemplar su belleza.
Si bien, me dejó bastante mejor
sabor de boca aquellas visitas que el circo que he visto esta vez, me cuesta
tanto disfrutar de este regalo de la Naturaleza, cuando esta atestado de gente
y es que menudo negocio hay montado en torno a los lagos, no veo mal que corten
el tráfico y solo permitan subir a los autobuses, ya me parece más discutible
los 9€ por persona que cuesta la ida y la vuelta, pero el problema no es ese,
sino que no dejan de subir y bajar autobuses durante todo el día, plagaditos de
turistas como yo, que convertían ese paraíso de montaña, vistas y agua, en algo
más parecido a la calle “el coño” de Benidorm.
En fin, será que pienso en
montaña e imagino, paz, silencio, tranquilidad.
Sin ninguna duda y a pesar de la
cantidad de gente, merece la pena visitar los lagos y detener a mitad camino a
visitar a la Santina, su cueva, Pelayo y el Santuario.
Ruta del Cares
Aquí si que disfruté como un
verdadero enano, realizando los 11 km que separan Poncebos con Cain, haciéndome
fotos cada nada, disfrutando de esas vistas, de la “Garganta Divina”, sobre el
rio Cares, en una ruta esculpida en la roca que atraviesa cuevas, puentes, con
unas vistas vertiginosas del desfiladero.
Como no tuve bastante, al llegar
a Cain, me apreté mis zapatillas, comí el plátano y el agua que llevaba y volví
corriendo hasta mi inicio, entre los ánimos de muchos senderistas, que me
pusieron una sonrisa en el rostro que ya necesitaba, tras unos meses sin poder
entrenar o con muy malas sensaciones cuando lo hacía. El golpe de autoestima
que necesitaba ahora que arranca la temporada.
Los Pueblos: Cangas, Llanes,
Ribadesella.
Cuando solo estas cinco días en
una zona con tantas cosas que hacer y visitar tienes que aprovechar el tiempo y
sacrificar algunas cosas por hacer otras, pero han cundido de lo lindo, pasando
las tardes noche siempre en algún pueblecito.
En Cangas, paseando por sus
calles, fotografiando su maravilloso puente, desde arriba, desde abajo, junto
al rio.
En Llanes, conociendo el mirador
junto a la pequeña playa del Sablón con unas vistas increíbles de la población
por un lado y de la inmensidad del mar por el otro. El puerto, los cubos de
colores.
Y en Ribadesella, comprobando lo
fría que esta el agua por estos lares, paseando por fabuloso camino que
asciende hacia la ermita.
Y en todos los sitios, buena
comida, probando alguna cosa que no había probado, disfrutando de esa cualidad
de esta zona de nuestro país, que me hace regresar a casa seguro con más peso
que con el que vine a pesar de todo el ejercicio que he hecho, Asturias para la
comida es diferente. Y para muchas cosas más también.
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