Esto de correr no es solo las carreras y los entrenos, en alguna ocasión
también ganas premios como el que me ha hecho pasar este finde en
Zamora.
Fue en la carrera de Ocentejo donde conseguí una noche de hotel en uno
de los hoteles de la cadena Zenit distribuidos por España y Europa,
finalmente por cercanía, disponibilidad de fechas y porque no la conocía
decidí ir a Zamora y que mejor compañía que disfrutar de este regalo
con mi madre.
Madrid y Zamora están perfectamente conectados por tren un cómodo viaje
de hora y media. En la capital zamorana nos esperaba la lluvia y
bastante frío pero eso no nos impidió descubrir la ciudad.
El hotel Zenit Dos Infantas una maravilla, mi madre al entrar en la
habitación lo flipaba, nunca había estado en una habitación tan amplia,
parecía una casa.
Y comenzamos nuestra ruta por la calle Santa Clara la calle más
comercial de la ciudad, cruzando una gran multitud de iglesias Románicas
que están separadas a escasos metros unas a otras es impresionante el
patrimonio románico de Zamora.
Desde la Plaza Mayor bajamos la famosa calle de Balborraz con un
especial colorido y una escalinata que nos llevaba hasta el río Duero.
Cruzamos el puente de piedra y recorrimos la orilla del río desde donde
fotografíar todo el casco antiguo de Zamora para regresar a la ciudad
por el siguiente puente y penetrar de nuevo en la zona amurallada por la
puerta del Obispo en los pies de la catedral.
Una cervecita y a probar la gastronomía de la zona con un arroz a la zamorana con el que salí casi rodando.
Por la tarde mas visitas a las iglesias románicas, miradores y también
intentamos perdernos por las calles del casco antiguo. Y cenamos unas
raciones fabulosas en un bar justo al mercado de abastos por menos de
10€ los dos. La calidad precio de las comidas y la cantidad es de las
mejores que he visto últimamente en una ciudad tranquila pero muy
acogedora.
El domingo desayunamos unas fabulosas porras y cruzamos todo el centro
para escuchar misa en la catedral, aprovechando para verla por dentro.
Mucho mas bonita por fuera por su particular cúpula que por dentro.
Al lado el Castillo de Zamora, rodeado de sus jardines, una visita
imprescindible donde destaca un tramo superior del castillo desde donde
contemplar unas vistas preciosas de la catedral y de toda la ciudad.
Del castillo bajamos hacia los molinos junto al río pero estaban
cerrados, asi que seguimos por la orilla del río, por la zona opuesta al
día anterior hasta llegar de nuevo al puente de piedra y subir hacia la
Plaza de Viriato.
Una cercevita en la playa mayor y nuestra última visita al museo de la
Semana Santa, es increíble como vive esta ciudad esos días, la cantidad
de imágenes que sacan a sus calles y la calidad e historia de las
mismas.
Para acabar nos pusimos las botas en otro de los restaurantes del
centro, despidiéndonos asi de Zamora en un finde semana inolvidable con
una de las dos personas que mas ha hecho por mi en mi vida. Mi madre.
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