Este año, tenía ganas de hacer un
gran viaje, vivir una experiencia diferente, visitar un sitio lejano. Durante
mi viaje de esquí del pasado mes de Febrero, me hablaron de la Asociación Viento Norte Sur, que
organizaba viajes de turismo responsable, colaboración y concienciación social.
Sus viajes que ofertaban eran
impresionantes, Marruecos, Senegal, Vietnam,… entre todos ellos, me llamó mucho
uno, India: El Origen del Ganges. Había escuchado muchos comentarios de la
India, la mayoría no eran buenos, pero a pesar de todo, algo dentro me llamaba
a vivir esta experiencia, que combinaba visitar varias ciudades turísticas del
país, como colaborar y visitar varias instituciones que están haciendo una
importante labor social dentro de la India.
La experiencia ha sido de las más
increíbles que he vivido nunca, por la cultura que he descubierto, la gente, su
forma de vivir, pero también por los compañeros que han compartido esta
aventura conmigo. Dicen de la India, que es un país que o lo amas o lo odias,
en mi caso, como casi siempre me salgo de los tópicos, para decir que hay cosas
increíbles, con otras que son pavorosas, pero el conjunto es una aventura a la
que invito a todos vivir. Y aquí está mi
experiencia.
Delhi, me recibió de madrugada,
con mucho calor, tras un largo día de viaje, en el que hice escala en
Amsterdam. Primera toma de contacto con el grupo, éramos 26 personas, más los
dos monitores, Antonio y Mavi. Apenas pasé unas horas, antes de salir rumbo a
Agra, pero me dio tiempo a descubrir el caos de Delhi, la suciedad, los
bazares, el tráfico, los tuc-tuc, el calor. Se palpaba una sociedad diferente, que vivía
con menos, aunque no por ello menos felices.
Agra, la ciudad que alberga una
de las siete maravillas del mundo, el Taj Mahal, era incluso más vieja y sucia
que lo poco que había visto de Delhi. Era difícil saber que edificio estaba a
medio construir o a medio destruir.
Una ciudad que vive, del
monumento más emblemático del país y que fuimos a visitar a primera hora de la
mañana, tantas veces viéndolo en foto, en la tele y ahora estaba allí
disfrutándolo. ¿Cuántas fotos me haría? La verdad es que todo el entorno es
precioso, limpio, sobrio, nada que ver con lo que había de puerta hacía fuera
del monumento, suciedad, pobreza. Un contraste brutal.
El Taj Mahal, es precioso, muy
fotografiable, pero no es muy grande y por dentro no es el palacio que Aladdin,
nos enseñó, “cuánto daño nos ha hecho
Disney”.
Tras una primera toma de contacto
visitando todo el entorno que rodea el Taj Mahal, nos fuimos a comer a Sheroes,
una asociación de mujeres quemadas con ácido. Escucharlas, verlas, conocer sus
historias y sobre todo entender que a pesar de la adversidad, de haber sido
víctimas de una atrocidad como esta, aquí estaban con ilusión, juntas, mirando
al futuro. Una verdadera lección de vida.
En la otra orilla del rio Yamuna,
donde dice la historia, se comenzó a construir otro Taj Mahal, que sería de
mármol negro, pasamos la tarde, entre jardines, fotos y risas, nos despedimos
de Agra, para coger un tren que nos llevaría durante la noche a Varanassi.
Varanassi, ciudad sagrada, bañada
por el rio Ganges, su rio sagrado, que llega a la ciudad muy contaminado pero a
pesar de ello, lo veneran constantemente, su dios Ganga. Es una ciudad
impresionante, los ghats, esas escalinatas que llegan hasta la orilla del rio, los
paseos en barco, su gente, los niños, sus estrechas calles indescriptibles, las
vacas, las tiendecitas en cualquier rincón, una ciudad llena de vida y sobre
todo mucho más limpia que Delhi o Agra. Un verdadero viaje al pasado como si
estuvieras viviendo en un decorado de un parque temático.
La riqueza cultural de esta
ciudad no tiene comparación, cada puesta de sol, celebran el Ganga Arti, un
espectáculo de música, fuego, danza, con el que rendir tributo al río. Entre
sus ghats, tienden la ropa, la lavan, se purifican, comparten momentos de
meditación y se realizan cremaciones. Sí, en esta ciudad sagrada, es donde
muchos hindúes desean morir, para ser incinerados a los ojos de cualquiera que
pase por alguno de los dos crematorios de la ciudad y arrojar sus cenizas al
rio. Un choque cultural frente a nuestras tradiciones, que allí se ve con
naturalidad, pero que a todos nos resultó muy violento, al ver como ardían esos
cuerpos sin vida.
Los paseos en barca por el rio
son realmente hermosos, tanto a primera hora del día, para ver como sale el
sol, como por la noche, contemplando la luz de la ciudad y el fuego eterno de
Manikarnika, el crematorio principal de la ciudad.
En nuestra estancia en Varanassi,
conocimos “Semilla para el Cambio”, una ONG que trabaja con niños de la calle,
dándoles una educación, una sanidad, un futuro. El trabajo que hacen es
impresionante, ayudando no solo a que la vida de estos niños sea mejor, también
para toda su familia, enseñando a las mujeres a trabajar. Pude compartir tiempo
con los niños, metiéndome en sus clases, viéndoles comer, reir, aprender. Tengo
tantas imágenes de la visita a esta ONG, sus miradas, sus mensajes, un recuerdo
único.
Tras avión y muchas horas de bus,
comenzaba nuestra segunda parte del viaje a la India, llegando a Rishikesh,
puerta del Himalaya. Una ciudad rodeada de selva, cuna del yoga, llena de
centros de meditación, uno de ellos conocido por haber acogido a los Beatles.
En esta ciudad, conocimos una India mucho más tranquila, donde comprar
souvenirs o ropa, pasear entre la naturaleza, cruzar alguno de sus dos puentes
colgantes sobre el rio Ganges, un rio mucho más puro, más violento, que bajaba
con fuerza con las primeras lluvias del monzón.
En Rishikesh, tuvimos tiempo para
aprender yoga, darnos masajes de Ayurbeda, ver mucho mono suelto, bañarnos en
el Ganges, visitar todo tipo de templos, degustar la comida india, una comida
principalmente vegetariana, ya que la única carne que comen es pollo, muy
especiada y picante, que particularmente me encantó, aunque debo reconocer que
terminé echando de menos, el jamón o buen chuletón.
Fueron unos días mucho más
tranquilos, en donde también conocimos el orfanato de Ramanas, las aulas, nos
adentramos en sus clases, sus habitaciones, su vida. Una noche mientras veíamos
el documental “Across the River”, que da sentido a este viaje, para conocer el
Origen del Ganges, los niños nos hicieron unas pizzas, fue un momento
inolvidable.
Para acabar mi viaje de dos
semanas por la India, tuve un día completo en Delhi, el templo de Loto, la
tumba de Humayun, el templo de Akshardham, el tuc-tuc para arriba y para abajo,
el metro, el fuerte rojo, la mezquita de Jama Masjid, sus calles llenas de
gente, el caos, la suciedad, el contraste absoluto, los regateos en cada
compra, el paseo hacia la puerta de la India y acabando en los Jardines Lodhi,
llenos de corredores y gente haciendo deporte. Delhi, es una ciudad
sobrepoblada con zonas que parecen de otro siglo, con otras de una modernidad,
limpieza y sobriedad increíbles. Tiene mucho que ver, aunque no todo sea
agradable para tus ojos.
Y este ha sido mi viaje, ahora
toca compartir con todos mi experiencia, mientras digiero todo lo vivido,
porque en estas dos semanas han pasado tantas cosas, he visto una sociedad tan
diferente a la nuestra, que quizás me haga ver de otra manera, como es mi vida,
lo que somos y lo que tenemos. Pero eso ya será otra historia. Adiós India,
siempre te tendré muy dentro de mí.
Gracias compañeros por compartir
esta experiencia conmigo.
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