Hacía ya años que quería conocer
Mérida, siempre había escuchado maravillas de esta ciudad extremeña, que habían
generado un fuerte deseo por visitarla, pero siempre entre unas y otras cosas
iba postergando mi visita, hasta este pasado fin de semana.
Mérida posee una cantidad de
puntos de interés, increíble, pero debes saber que todos están muy cerca entre
sí, así que puedes conocer la ciudad tranquilamente paseando. Nosotros
estuvimos en el Hotel Velliana, situado junto a la plaza de toros y a poco más
de cinco minutos andando de la plaza de España y el trato recibido fue
correctísimo.
Lo primero que nos encontramos la
noche del Viernes al llegar, es que Mérida celebra y mucho los carnavales, la
plaza de España tenía una gran carpa y una serie de casetas para las peñas,
pero sin duda lo que más nos gusto, es cruzarnos en la calle Santa Eulalia,
corazón de Mérida, con tres o cuatro comparsas, que cantaban su repertorio
despotricando todos los temas de actualidad en nuestra sociedad.
El sábado tocaba conocer el gran
patrimonio histórico que tiene la ciudad, tanto Romanos, como visigodos y
árabes. La primera visita fue el recinto del Anfiteatro y Teatro romano, por
12€ podías obtener una entrada que te permite visitar la mayoría de puntos turísticos
de la ciudad.
El Anfiteatro es realmente
precioso y te hace sentir la grandeza que tuvo Mérida en el pasado, justo al
lado, una de las estampas más bonitas de Mérida, su teatro romano. Según
salimos del recinto, sentí, “qué pena que estos monumentos, no puedan ser
vistos por cualquier vecino de Mérida, salvo pagando”, me refiero a que están
incrustados en un recinto cercado, con árboles en todo su perímetro, que
impiden ver al menos una silueta del tesoro que esconden. Entiendo que paguemos
por visitarlos, por pasear entre ellos, pero yo sí viviera en Mérida, me
encantaría poder pasar por algún sitio, ver y decir aquí está el símbolo de mi
ciudad, como puedes hacer en otras ciudades. No sé, sentí que eran dos joyas de
nuestra historia que no nos dan opción de recrearnos con ellas.
Con la misma entrada, vimos el
Circo Romano, la cripta de Santa Eulalia, varias ruinas más dispersas por la
ciudad y en especial la Alcazaba, situada junto al rio Guadiana, desde su
muralla, pudimos fotografiar tanto el grandioso puente Romano, como el más
moderno puente de Lusitania al fondo.
Del resto de la ciudad, en paralelo
a la calle Santa Eulalia, encontramos uno de esos tesoros, por los que merece
conocer la ciudad, el Templo de Diana, a diferencia de lo que sentí con el
teatro y el anfiteatro, este monumento de la antigua ciudad romana de Emerita
Augusta, pudimos verlo de día, de noche y deleitarnos las veces que quisimos de
su gran belleza.
El domingo ya de vuelta, hicimos
una parada en Trujillo, una localidad con mucho encanto, con una plaza mayor
preciosa, rodeada por un gran patrimonio y coronada por un castillo árabe. El
pueblo tiene multitud de cuestecillas, por las que bien merece la pena
perderse.
El viaje mereció la pena, por la
cantidad de sitios bonitos visitados, por la comida, donde no faltaron unas
buenas migas extremeñas, un poco de tapeo y otros platos típicos de la zona,
como las moragas de cerdo a la brasa y en especial por la compañía, celebrando
el día de los enamorados realizando turismo, escapando de la rutina y
descansando por unos días de las carreras, los entrenamientos y los partidos de
fútbol.
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