Hay viajes que me parece que toda la gente que le apasione viajar tiene
que hacer una vez en su vida y Egipto por su historia es uno de ellos.
Ahora que la situación política parece ser más estable y los precios aún
eran asequibles, parecía el mejor momento
para vivir una experiencia única en mi vida, conociendo está
civilización ancestral.
El primer día conocimos Luxor, considerado como un verdadero museo al
aire libre. El madrugón de los que no se olvidan a las 4:30 estábamos
arriba, porque aunque tenemos la misma hora que España, amanece muy
pronto y había que aprovechar el día
La primera visita fue la que más me gustó dentro de Luxor, el templo de
Karnak, una verdadera pasada, inmenso, sus obeliscos, su espectacular
zona de columnas, su lago, cuánta historia. De allí, el templo de Luxor,
el calor empezaba a apretar, quizás no había
sido tan buena idea venir en Mayo a Egipto..pensaba. Porque hacer
turismo con más de 40 grados no era fácil de llevar.
Cruzamos el río Nilo en una barquita que pude pilotar unos segundos y
llegamos a la otra orilla del río, dónde está el valle de los Reyes, una
zona muy árida, dónde están algunas tumbas de los faraones. Entre ellas
la de Tutankamón.
Para finalizar la mañana el templo de Hatshethup, escarbado sobre la
piedra. Una auténtica pasada. Solo un día aquí y es difícil recordar
otro día en mi vida con tantas cosas visitadas.
La verdad en muchos de los sitios me hubiera gustado disfrutarlos a mi
ritmo, mis fotos, mis momentos pero este tipo de viajes organizados es
lo que tiene.
Por la tarde disfrutar del barco, la piscina, el suave avance por el
Nilo. Es difícil de creer como entre la inmensidad del desierto existe
este río, alimentando de vida todo que encuentra a su paso.
El segundo día, fue mucho más tranquilo que el primero, por la mañana
visitando el templo de Horus en Edfu, una verdadera maravilla de las que
mejor están conservadas, dónde hicimos nuestros pinitos como actores
mientras Munir nuestro guía nos narraba las historia
de los dioses egipcios. Fue una maravilla de lugar, al que llegamos en
calesas. El país está remontando gracias al turismo y es asombroso la
burbuja en la que nos tienen y nos llevan de un lugar a otro.
Por la tarde mientras el barco avanzaba hacia Asuán, se detuvo en Kom
Ombo, una pequeña localidad que alberga otro templo muy cercano a las
orillas del río y por culpa de su situación en muy mal estado de
conservación, fruto de saqueos, inundaciones y la utilización
de sus materiales para otros fines. Poder tocar sus paredes, disfrutar
tan de cerca los jeroglíficos, acariciarlos, sentir como están hechos,
nunca podré disfrutar en otro sitio de estas obras de artes tan de
cerca.
El tercer día fue uno de esos días que nunca podré olvidar, con nuestras
almohadas a eso de las dos de la mañana nos montamos en un bus que
mientras seguíamos durmiendo nos llevó a Abu Simbel, una de las
maravillas de Egipto, un templo esculpido directamente
desde la montaña que tuvo que ser trasladado minuciosamente debido a la
creación del lago Nasser, necesario para controlar las inundaciones del
Nilo. Al salir tan pronto fuimos de los primeros turistas en llegar,
viendo el amanecer en un lugar fantástico.
Es una de las estampas que se me quedarán grabadas en la retina de este
viaje sin ninguna duda.
Por la tarde, montamos en faluca, una especie de velero, cruzamos desde
la orilla que estábamos de Asuán, hacía una playa al otro lado, dónde
nos bañamos. Que maravilla poder decir que me he bañado en el Nilo.
Una ves secos la aventura continuaba, montando en camello hasta llegar a
un pueblo nubio, disfrutamos de su cultura ancestral, el té y los
cocodrilos que tenían como mascotas.
El día aún dio para más, con un precioso paseo por Asuán, remolcados en
calesas, para contemplar la vida de esta ciudad y la fábrica de las
especias, muy típicas en la cultura egipcia.
El cuarto día sería el último dentro del barco, visitando el templo de
Philae, en mitad de una isla del Nilo, el entorno de lo más bonitos
visitados, al estar en un entorno precioso entre el río y rocas. Por la
tarde un poco de relax en nuestro crucero que
nos ha hecho de residencia estos días y rumbo al aeropuerto para llegar
al Cairo, dónde la aventura continuaba.
Llegamos a dormir y poco más, descansar un rato (vaya madrugones nos
estábamos metiendo) y rumbo a otro de los días esperados, conocer las
pirámides.
De camino cruzando El Cairo, sientes una expectación única, mientras ves
como la ciudad está muy deteriorada, con la mayor parte de las
viviendas sin acabar y barrios que dan una sensación totalmente
tercermundista, si bien aunque nos habían avisado que la
ciudad reinaba el caos, era bastante más ordenada que cualquiera de la
India.
Al fin llegas a la zona de las pirámides, engullidas totalmente por la
ciudad, pero consiguiendo un entorno, desértico, único, mágico. Su
altura impresiona, sobre todo de las tres pirámides de Giza, dos de
ellas, la de Keops y Kefren. Salté entre ellas, las
escalé, me hice mil fotos, entramos en una de ellas, arrastrándonos
hasta su interior y meternos en el sarcófago. Fue algo indescriptible,
como se pudo hacer algo así hace más de 4000 años. Me hubiera quedado
todo el día, de un lado a otro disfrutando del
lugar, pero estos viajes organizados es lo que tiene y teníamos que
seguir el programa, primero parando en la famosa esfinge para continuar
con una fábrica de papiros. Se me hizo tan corto..
Por la tarde, nos adentramos en el Cairo, el famoso mercado Khan el
Khalili, sus gran cantidad de mezquitas por eso se la conoce por la
ciudad de los mil minaretes, la zona amurallada, la verdad me dió una
sensación de una ciudad especial, pero el descubrirla
como corderitos siguiendo a nuestro guía, me hizo no poder disfrutarlo
como estoy habituado cuando visito cualquier ciudad.
Me sorprendió mucho como la gente se echaba a la calle después de la
puesta de sol, cómo era Ramadán, el mundo islámico no come hasta la
puesta del sol y una vez han comido salen a la calle a cantar y saltar,
la ciudad estaba llena de vida, preciosa.
El último día de visita, tocó conocer la mezquita de Alabastro, dentro
de la Ciudadela de Saladino. Allí pudimos conocer un poquito más del
islam de sus pilares básicos. De la Ciudadela, nos dirigimos al barrio
Copto, dónde visitamos la Iglesia de San Sergio
donde Jesucristo estuvo refugiado con María y José en su huida a
Egipto. Para acabar el museo del Cairo, no soy mucho de museos y por eso
mi opinión puede estar un poco sesgada, pero me decepcionó muchísimo,
el museo está viejo, de las zonas de las momias
que se pagan a parte me esperaba mucho más y en general tener que ver
las cosas detrás de una vitrina cuando venimos de poder tocar los
jeroglíficos y sentirlos en su hábitat natural, el verlo así no me
aporto nada que recordar.
De camino al hotel tras la última comida en las orillas del Nilo, desde
España nos avisaron que habían atentado contra un autobús de turistas
cerca de la zona de las pirámides donde habíamos estado el día de antes.
No fuimos conscientes de nada, ni la ciudad
se detuvo por eso y tras tranquilizar a nuestras familias, seguimos
disfrutando de las horas que nos quedaban por la ciudad.
Paseamos hacia la plaza de la Liberación donde comenzaron las protestas
contra Mubarak hace unos años. Luego llegaría una de esas experiencias
que nunca olvidaremos, cogimos un Uber para que nos acerquera al centro y
sorprendentemente nos saca de la ciudad,
dándonos un rodeo bestial, todo culpa de su GPS que casi nos manda a
Cuenca, el pobre conductor avergonzado, no paraba de disculparse. Tras
el paseo y por fin a nuestra bola, un pequeño grupo del total de
personas que hacíamos el tour, paseamos de nuevo por
mercado, nos tomamos algo en el bar de los espejos, nos unimos a la
fiesta y cánticos del mundo musulmán en las noches de Ramadán, era algo
inimaginable por mí, porque siempre tenía otra imagen de su mes del
ayuno, lo que hace el desconocimiento y los prejuicios..
Fue un final maravilloso, para este viaje que como decía al principio todo turista debería hacer alguna vez en la vida.
De entre todas las maravillas Abu Simbel y las pirámides son dos lugares
extraordinarios, quizás alguna vez regrese a Egipto, no he podido
descubrir El Cairo como a mí me hubiera gustado, por eso cuando la
situación sea totalmente estable no descarto volver
a pasear entre las pirámides.
En fin, unos días mágicos, que nunca olvidaré.
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