miércoles, 30 de diciembre de 2020

Resumen 2020

Antes que se acabe el año no podía falta mi video resumen con lo mejor de este complicado año para todos.


https://youtu.be/9YIrxj_L96U

Feliz 2021 a todos!!!

martes, 8 de diciembre de 2020

Conociendo la Provincia de Albacete

Continuando con este sinsentido que se ha convertido la batalla contra el Covid, en la que tengo prohibido cruzar dos calles desde mi casa, porque me meto en la Comunidad de Madrid, pero puedo recorrer 300km para cruzar a mi antojo todo Castilla La Mancha. Decidí pasar unos días en Hellín (Albacete) en casa de mis padres, porque tras un otoño complicado necesitaba cambiar de aires por higiene emocional.

La experiencia ha sido fabulosa, porque he podido visitar muchos pueblos con encanto de la provincia albaceteña y sobre todo he podido desconectar y ordenar un poco todas esas ideas que me aturullaban en mi día a día.

Aquí va un pequeño resumen, de los sitios visitados:

Hellín

Llevaba más de un año sin visitar el pueblo de mis padres, necesitaba perderme entre mis raíces, y sus sinuosas calles del casco antiguo, es una experiencia única que me encanta, siempre encuentro algún rinconcito nuevo o que ha cambiado desde mi última visita.



Ayna

Se conoce como la Suiza Albaceteña, y es que se encuentra en un lugar increíble, rodeada de montañas, y bañada por las aguas del Rio Mundo. Solo por vislumbrar la imagen que se tiene del pueblo desde el Mirador del Diablo, nos hace que merezca la pena su visita.

 


Además, Ayna, está vinculada con la película de “Amanece que no es poco” y en muchas de sus calles, te encuentras con decorados, estatuas, figuras o imágenes que hacen referencia a la película de José Luis Cuerda.


 

Paseando por la ladera del rio te encuentras con la cascada del Arroyo de la Toba, otro atractivo de la población, donde también llama la atención la espectacular montaña de escalada, llena de deportistas alzándose hacía arriba.

 

La verdad que el enclave donde está situado Ayna, es precioso, parece mentira que tuviera esto a 40 minutos de Hellín y nunca lo hubiera visto.

Liétor

A la vuelta desde Ayna, me detuve en Liétor, nombrado pueblo más bonito de Castilla La Mancha del 2017, y la verdad es que, lo que es el casco antiguo, me pareció mucho más hermoso que el de Ayna, casitas muchos más homogéneas en forma, aunque de distintos colores, calles estrechas, que bien merecen la pena perderse por ellas.




Ruta en Bici a Yeste

El segundo día me fui en Bici desde Elche de la Sierra hasta Yeste, un recorrido de unos 67km entre ida y vuelta, bastante duro hasta llegar a Yeste, en un día de viento que se me atraganto de lo lindo.

Pero sana con gusto no pica, y más cuando llegué al embalse de la Fuensanta y pude ver el alucinante puente por el que atravesaba la carretera, que maravilla de sitio, era incapaz de avanzar sin hacerme una y otra foto. Precioso.

Una vez llegado a Yeste, visité el castillo y pude fotografiarlo desde el Convento de San Francisco. Luego reponer fuerzas y vuelta en bici a Elche de la Sierra.

Riópar

Desde Elche de la Sierra, no estaba relativamente lejos de Riópar, quise acercarme por ver la cascada del Nacimiento del Rio Mundo, que aunque ya conocía de otras veces, siempre merece la pena visitar.

De camino a Yeste ya había visto que al fondo se veían montañas nevadas, cuál fue mi sorpresa, que al poco de poner rumbo hacia Riópar, veía como me acercaba a esas montañas nevadas.

Al llegar a la carretera que da acceso al Nacimiento del Rio Mundo, estaba cortada y desde el Parking anexo, tendría una buena caminata hasta llegar a la cascada, con todo nevado y siendo ya las cuatro de la tarde, preferí ser prudente, disfrutar un rato de la nieve, hacerme fotos en lo que parecía el polo Norte y no adentrarme a la ruta, porque ni llevaba el calzado adecuado, ni tendría la suficiente luz del día para poder hacer con garantías todo el paseo.

Alcalá del Júcar

Dicen que es uno de los pueblos más bonitos de España, después de haberlo conocido no tengo ninguna duda que así es, realmente increíble. Bien merece una escapada a Albacete solo para poder conocer esta hermosa población construida en una montaña delimitada por un meandro del Rio Júcar. Ya solo llegar desde la carretera y detenerte en un mirador que hay un par de kilómetros antes de llegar y encontrarte con estas vistas, resulta algo extraordinario…


Sus casas de color blanco, el castillo, su iglesia, adentrarse por las casas cueva que avanzan de un lado a otro de la montaña, perderse entre el subibaja de sus calles, callejones y escaleras, una verdadera delicia.


Y qué decir del puente Romano, y la playa fluvial que hay en sus alrededores, me imaginaba como sería todo ese entorno en verano.

Pasear por la ladera de la montaña, rodeado de agua o alejarse un poco de la población para disfrutar de unas vistas alucinantes.

Qué maravilla!

Jorquera

Antes de volver hacia casa, visité otra población cercana a Alcalá del Júcar, ascendiendo por el cauce del río, entre las pronunciadas curvas que provocan sus Hoces, y cruzando la población de Fuentealbilla donde nació nuestro querido Iniesta, llegamos a Jorquera, otro pueblecito con mucho encanto, parecido en forma a Alcalá del Júcar, quizás no tan espectacular, pero lleno de encanto, su mirador lo dice todo.




 Y así acabaron mis días tres días por la provincia de Albacete, unos días que conocí muchos rincones que nunca había explorado y que por las circunstancias que estamos viviendo he tenido la oportunidad de visitar en este final del 2020 que todos deseamos que termine. 

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Y por fin llegó Cadiz


Última parada de este verano tan atípico, lleno de miedos, dudas, mascarillas, distancia, brotes y rebrotes.

No me puedo quejar para nada porque ha sido un verano que con lo que estamos viviendo he podido conocer muchos lugares que tenía pendiente de visitar dentro de España como Almería, Menorca, y ahora una semana en Cádiz y sus alrededores, con la compañía de mi amigo Edu.

Primer dia: Llegada al Puerto de Santa María

Nuestro cuartel durante estos días estaría en el Hotel Dunas Puerto, pegado a una de las playas del Puerto de Santa María, una población con un gran ambiente cada noche, muy pegadita a la capital gaditana. Bañado no solo por las aguas de la bahía de Cádiz, también por el río Guadalete que desemboca allí.




Tierra de bodegas, buen pescaito y una heladería italiana en el centro que nos deleitó varias noches durante nuestro viaje.

Segundo Día: Cádiz

La capital nos enamoró, sus callecitas, visitar la catedral, encontrarme por casualidad a buenos amigos de turisteo, subir a la Torre y vislumbrar las vistas desde lo alto, pasear por el malecón, tapear y comer por el mercado.




Salir del Cádiz, Cádiz, Cádiz, por el largo paseo de sus playas y disfrutar de un café en uno de sus chiringuitos.


Cuando la noche entraba y ya se podía pasear, volver a perderse por sus calles, llegar a la famosa playa de la Caleta, y cruzar a uno de los castillos que la delimitan, disfrutar de las fotos, del momento, del aire de una noche de verano en Cádiz.

Tercer día: Playa Bolonia. Zahara y Jerez

Las distancias a veces son más grandes de lo que uno inicialmente pensaba, pero la 1h30 hasta Playa Bolonia mereció pena, una maravillosa playa, de agua cristalina, en enclavamiento precioso, con unas ruinas arqueológicas a la que nos quedamos sin cupo para entrar (cosas del Covid), pero con una preciosidad, su duna, que escalamos hasta lo más alto para después dejarnos caer corriendo en uno de los mejores momentos del viaje sin ninguna duda.





La tarde en Zahara de los Atunes, personalmente como playa en sí, la mejor que he visitado en éstos días,   anchas, limpias, una preciosidad.

Y para acabar el día, cena en Jerez de la frontera, dejando de lado un poco el pescaíto y comernos carne de toro y otras delicateces. En la visita paseamos por la majestuosa Catedral, la Alcazaba, varias iglesias como la de San Miguel hasta llegar al monumento de la faraona, Lola Flores.



Cuarto día: Rota y Chipiona

Siempre había conocido Rota por su base naval y me sorprendió enormemente su casco antiguo, con el castillo, sus iglesias, sus estrechas calles de casitas blancas.

Luego al lado Chipiona, donde no pudimos conocer la virgen Negra, al estar cerrado el Santuario, pero si pudimos pasear de un lado a otro, pasar por la puerta de la casa de Rocío Jurado o alcanzar una parte de la playa virgen de Chipiona de la mano de una guía muy especial.




Y para acabar el día una puesta de sol en un sitio mágico, perdido entre invernaderos, en una zona acantilada con unas vistas increíbles y la música de Rocío Jurado con los últimos destellos del sol..



Quinto día: Más Cádiz

Reservé un free tour en Cádiz, para conocer más de su historia, de la famosa Pepa, de aquellos rincones más secretos, los cañones en las esquinas, el Cristo de Medinaceli más negro que yo en la antigua catedral, la relación entre la sal y el salario y otras anécdotas de lo que los gaditanos conocen como Cádiz Cádiz Cádiz ( o Cai Cai Cai), el Cádiz de murallas para adentro.

Después visitamos el Castillo de Santa Catalina junto a la playa de la Caleta donde acabó el free tour. Recorrimos el Parque Genovés, las murallas de San Carlos y el monumento de la Constitución de 1812.





Por la tarde, teníamos cita para subir a la Torre Tavira, la torre más alta de la ciudad, ciudad llena de torres en la mayoría de sus casas. Desde arriba, las vistas eran fabulosas, en especial hacia la catedral. La torre Tavira tiene un cuarto oscuro, no penséis mal, es una zona donde se apaga la luz y abren una ranura del techo que con una serie de espejos y lentes proyecta una imagen en tiempo real de la ciudad. Una efecto óptico increíble en la palma de nuestra mano.

Sexto día: Vejer y Conil

Siempre había escuchado que Vejer de la frontera era uno de los pueblos más bonitos de España y quería comprobarlo de primera mano. Sus casas blancas, sus rincones, el castillo, la plaza, un recorrido sinuoso de subidas y bajadas que anima a perderse en el laberinto de sus calles empedradas. No defraudó para nada.



Luego un poco de playa, en una de las calas de Roche en Conil, pequeñita muy familiar, de agua magnífica, mucho más parecida a lo que he conocido hace poco en Menorca. Una auténtica maravilla para desconectar y cargar pilas.


Séptimo día:

El último día del viaje, mucho más tranquilo en la Playa de la Puntilla junto a nuestro hotel y bañito en la piscina del hotel antes de comenzar el viaje de vuelta que pone punto final a mis vacaciones 2020, unas vacaciones en las que he intentado desconectar de las cargas del día a día y coger muchas fuerzas para un nuevo curso que se presenta lleno de incertidumbre.
Espero haber cargado lo suficiente la batería, el tiempo dirá.

martes, 4 de agosto de 2020

Menorca: Encontré el paraíso


El año pasado mientras visitaba Ibiza con mi sobrino, me comentaron que si me gustaban las calas de allí, me iba a encantar Menorca, porque allí podía encontrar un Mediterráneo mucho más puro, más salvaje, sin la sobreexplotación del ser humano, con calas aún más hermosas que las de Ibiza. Ese mensaje se me quedó dentro y en cuanto he tenido oportunidad me he escapado tres días para conocer un poco de la isla de Menorca.

Llegué el viernes, saliendo después del trabajo y al llegar al aeropuerto de Mahón ya tenía mi coche alquilado en Autos Menorca casi en la misma puerta del aeropuerto.

Mi hotel, una simple habitación en Ciutadella, donde me acogieron de maravilla, recomendando donde cenar una fabulosa pizza.

Primeras fotos por el puerto, la catedral, el ayuntamiento y a descansar que me esperaban tres días frenéticos.



La mañana del sábado, quería ir a un par de calas de las más bonitas de la isla según las guías, cala Turqueta y Cala Macarella, pero cuando iba rumbo a ellas, un agente informaba que el parking de ambas playas estaba lleno, así que cambio de planes y termino visitando otras playas, Cala en Bosc y Cala Blanca, es en la primera de ellas donde puedo contemplar el precioso color del Mediterráneo en estas islas, un verdadero paraíso.


Y en mis paseos de un lado a otro haciendo fotos empiezo a ver indicaciones del "Cami de Cavalls", la verdad no tenía ni idea de que era hasta que mi compañero de asiento en el avión de ida que también era corredor como yo, le pregunté por donde correr en la isla, me comentó la existencia de este camino que bordea toda la isla y va uniendo las distintas calas.

Eso me hizo pensar, ¿y si voy a una cala donde haya núcleo de población y por lo tanto más opciones de aparcamiento y desde allí voy corriendo a las calas que tienen tanto problema de aparcamiento?

Dicho y hecho, esa tarde fui a Cala Galdana, una pedazo de playa increíble, coronada por el único hotelazo de la cadena Meliá que he visto por toda la isla, y en efecto allí los carteles de las rutas hacia Cala Turqueta y Cala Macarella hacia un lado, y Cala Mitjana hacia el otro.



Pues un día en una dirección y otro día en la otra, pensé. 

Llego a Cala Macarella tras unos 15minutos de trote y contemplo porque dicen que es una calas más bellas de la isla y sin apenas detenerme sigo hasta su hermana pequeña, la cala Macaralleta y allí encuentro el paraíso, pequeña, enrocada a un lado y otro, con bosque al fondo, las aguas de color turquesa, arena blanca, suave, una preciosidad de la naturaleza, y allí vuelvo a sentir esa sensación de conexión, de equilibrio, de felicidad.


Soy incapaz de irme y salgo el último del agua. Necesitaba sentir algo así.


Esa noche quería ir a cenar a Mahón, de camino no podía quitar de mi cabeza lo que había visto, y decido que aunque deje otras playas o cosas de ver, allí, a Macaralleta, mi paraíso, tenía que volver y lo hice.

En Mahón, viví una anécdota increíble con mi mascarilla, cené en una terracita y di un paseo por el centro y el puerto.


El domingo, conocí más a fondo Ciutadella, su catedral, algunas iglesias, el castillo de San Nicolás y terminé bañándome en una diminuta calita justo al final del precioso puerto de la ciudad.



Por la tarde, volví a Cala Galdana, para recorrer un poco más del Cami Cavalls primero hacia un lado para visitar Cala Mitjana, sus miradores, nadar entre cuevas, una cala encantadora.

Para después cuando el sol había bajado, calzarme las zapatillas y volver a recorrer la ruta del día anterior. Bendita ruta 13 del Camino, que permite conectar unas calas preciosas, de Cala Macarella a la Cala Turqueta, su nombre es por algo, vaya azul y de allí se podía llegar a mi paraíso por otro lado diferente al del día anterior. Qué gozada, de nuevo me quedé solo en la playa, cuando de pronto empieza a aparecer una luna llena que ni en mis sueños hubiera imaginado.




Retorno ya casi de noche a mi coche en Cala Galanda bañándome en la noche, que sensación de libertad.

Se que mi estilo de vida no es nada convencional, uno va a la playa a descansar, tomar el sol, el chiringuito, la cervecita y a mi aunque también disfruto con un turismo más convencional, nos os podéis ni imaginar lo que siento corriendo en mitad de la naturaleza, viendo esos paisajes, esas playas. Menorca me tenía enamorado y gran parte de la culpa la tenía el Cami de Cavalls, porque ahí podía disfrutar de mi deporte y el Mar, corriendo en mitad de la naturaleza, la poción perfecta  para alzar mi estado de ánimo.

El lunes, tras una breve parada en la "Naveta des Tudons", un monumento funerario, conocido por ser el monumento más antiguo de todas las islas baleares; me esperaba conocer el norte de la isla.


La primera parada, Cala Pregona y para llegar hasta ella de nuevo el Cami de Cavalls en la ruta 6, adentrándose en una zona mucho más salvaje, que me hizo disfrutar como un niño haciéndome fotos con la furia del agua rompiendo entre las rocas de color amarillo de otro planeta, a mí fondo. Que bien me lo pasé.




Después una breve visita al Faro de Cavalleria, para acabar en la playa del mismo nombre, que olas más buenas, que buen rato saltándolas y dejándome arrastrar por ellas. Comí en Forniers un pueblo pesquero de casitas blancas y una gran bahía de mal calmado a su lado.


Y que podía hacer las pocas horas que me quedaban antes de coger el vuelo, si, volví a la Cala Macarelleta, al llegar mucho antes que los días anteriores estaba con mucha más gente. Nadé de una cala a la otra, contemplando el hermoso fondo marino, los peces, que lástima que esas vistas bajo del mar solo estén en mi recuerdo y no pueda volver a recordarlas con una foto.

La despedida tenía que ser allí.



Tres días intensos, de desconexión con el mundo y de conexión conmigo mismo, tres días que necesitaba, por toda la situación que estamos viviendo en la sociedad y en mi entorno.

Menorca me ha enamorado, he visto la esencia del Mediterráneo, aguas cristalinas, playas paradisíacas, tranquilidad, paz. Si buscas comodidad, playas de fácil acceso o chiringuitos, quizás Menorca no es lo que buscas, si lo que quieres es una conexión de naturaleza en mitad del Mediterráneo, ven a Menorca.

Aquí encontré mi paraíso, ojalá vuelva pronto.