viernes, 16 de junio de 2023

Peregrinación a Tierra Santa y Jordania

Era un viaje que mi madre siempre quería hacer, visitar la tierra que vio nacer a Jesús. Pero es un lugar lejano, conflictivo, en el que ir sola era inviable y yo siempre anteponía mis propios intereses para elegir otros viajes con amigos, pareja o en solitario, quedando siempre pendiente esta peregrinación que era el sueño de ella..

No sé cómo, algo hizo clic este año en mi y me hizo ver que o era ahora o nunca, porque los años no perdonan y mi madre ya son 83 años. No puedo negar que me daba un respeto muy elevado, hacer un viaje así con ella, porque aunque se encuentre bien de salud, la edad no perdona, cada día anda con más dificultad y apenas tiene fuerza en sus brazos, pero algo dentro de mi, me daba fuerzas a seguir adelante, escuchaba una voz en mi interior que me decía que sería una experiencia inolvidable para mi vida. Y ha sido mucho más de lo esperado, porque ya sabía de la pedazo madre que tengo, pero ahora su ternura, alegría, voluntad ha sido también mostrados a un grupo de personas magnífico que nos han acompañado en nuestra andadura por Israel y Jordania.


Del viaje puedo ponerme a hablar y no terminar nunca, el número de lugares que hemos visitado es asombroso, quizás más de los necesarios. Si bien, esto no es como me imaginaba, quien viene a Tierra Santa no puede venir esperando respuestas de fe o descubrir edificios increíbles, porque por edificios santos los tenemos muchos más bonitos por España y ni siquiera están situados con certeza en el lugar donde se produjeron, sino donde la tradición los ha ubicado, siendo un doble juego de fe.

Fuera de eso, el viaje es una experiencia extraordinaria, tuvimos la suerte de coincidir con un grupo de personas fabulosas, de Panamá, México y de diferentes sitios de España, guiados por nuestro padres José Majadas y el óptimo máximo supremo Manolo, y sin olvidarnos de Fátima y Romel.

La peregrinación estaba repartida en tres bloques, alrededores de Nazaret, Jordania y alrededores de Jerusalén.

Tras llegar al aeropuerto de Tel Aviv, nos dirigimos al norte de Israel, a la ciudad de Nazaret. Poco queda de la población donde creció Jesús, Nazaret ha evolucionado hacia una ciudad sucia, con mucho tráfico, bastante caótica con numerosas cuestas y apenas aceras. En su interior la basílica de la Anunciación y las ruinas de lo que la tradición marca como el lugar donde la virgen María, vivió con José y su hijo Jesús.
Muy cerca de Nazaret, el lago de Galilea y a su alrededor una serie de pequeños templos, donde conmemorar diferentes eventos que aparecen en la Biblia. Fue una parte del viaje que me pareció más artificial, un verdadero Disneyland del cristianismo, donde en cada punto, había un templito, una o varias zonas donde celebrar misa y la tienda correspondiente para caer en la contradicción de la tentación y el consumismo.

De estos primeros días, me encantó conocer la ciudad de Haifa, bañada por las azules aguas del Mediterráneo y en ella, sin ninguna duda las vistas desde el Monte Carmelo, con sus espectaculares jardines hasta abajo.



Y otra de las experiencias únicas, fue el baño en el rio Jordán, para renovar el bautismo.

Lástima la duración del paseo en barco por el lago y las prisas en ir de un lado a otro, sin terminar de digerir muchas de las visitas, como la de Tibiriades que parecía el Benidorm de esta zona pero apenas nos dió tiempo a comer.

Luego llegaría Jordania..

Cruzamos la frontera norte entre Israel y Jordania, una verdadera odisea cada frontera en este país, por sus extremas medidas de seguridad.
Jordania me fascinó, un pais de contrastes, comenzando por Gerasa, con unas impresionantes ruinas romanas. En especial el teatro conservado de una manera fascinante. No me esperaba algo así.





Luego Amman la capital, ciudad que define tal cual lo que es este país, zonas de rascacielos, urbanizaciones pudientes con otras zonas de caos, humildad y pobreza.
Y llegó Petra, posiblemente una de las visitas más impresionantes que he hecho en mi vida.. adentrarme por el impresionante desfiladero (The Siq), ver los monumentos escarbados en la piedra, hasta llegar al tesoro, una de las maravillas del mundo. Llegar hasta allí con mí madre, fue un momento inolvidable.



Algunos continuamos la excursión hacia el monasterio; la subida, esas escaleras entre la colina, los puestecitos en altura, los burros, las vistas.. un paraje único que solo en si mismo hace que merezca la pena visitar este país.



Todavía quedaba una visita más, el desierto Wadi Rum, una pasada montando en Jeep, saltando, entre las dunas, montando a camello y adentrándonos en unas jaimas de beduinos.




Los días en Jordania fueron de calidad máxima y suprema. Hubieron tantos y tantos momentos increíbles, como aquel en el que nos hicieron cerrar los ojos y de momento estábamos en mitad del desierto y el de cruzarnos con aquellos niños sin nada más que su burro y aquella ovejita.




Pero nuestro peregrinar por el desierto no duraría 40 años, regresando de nuevo a la Tierra Prometida, una nueva aduana, eterna. Fugaz paso por el mar muerto, que no fue la experiencia que me había imaginado y rumbo a Jerusalén.

Jerusalén es una gran urbe que cualquiera debería visitar, con un casco antiguo delicioso, amurallado, con 7 puertas, de calles empedradas, callejuelas, subidas, bajadas, y todo en su conjunto un gran mercadillo donde puedes encontrar cualquier cosa.




Muy cerca de Jerusalén, visitamos Belén, fue en la Basílica de la Natividad, la primera vez en el viaje que sentí algo único, mágico, extraordinario...por el misticismo del lugar. Es difícil de describir...el templo es ortodoxo, lleno de candelabros y en el punto donde la tradición marca como el sitio del nacimiento de Jesús, hay una especie de altar, en forma de chimenea, donde te arrodillas y hay un agujero en forma de estrella en donde no hay más que oscuridad hacia al fondo y al agacharte inspiras un aire, que se te cuela dentro de tu ser...suena raro, extraordinario y es que sinceramente lo fue.

Otra de las visitas típicas estando en Jerusalén, es el monte de los olivos, sin duda el mejor sitio para contemplar las vistas de la ciudad, una preciosidad más allá de la cantidad de templos, ruinas e historia a sus espaldas.

Y ya en el corazón de la ciudad el famoso muro de las lamentaciones, que no es más que eso, un gran muro, separado en una sección para hombres y otra para mujeres, donde se dejan nuestras peticiones entre las grietas de unas losetas y otras. Junto al muro, la roca y una de las mezquitas más importantes del mundo árabe, Al Aksa. Jerusalén cuna de las religiones monoteístas, punto de encuentro de judíos, islámicos y cristianos.



Según fue evolucionando el viaje, también crecieron las relaciones personales entre los integrantes del grupo y en esas relaciones la figura de mi madre fue emergiendo entre todos, su ternura, alegría y fuerza de voluntad, llegando mucho más allá que otros más jóvenes no eran capaces, fue un verdadero ejemplo, yo fui el hijo de Loli, quien la acompañaba, quien paseaba de su mano, quien intentaba devolver todo el amor y preocupación que una madre puede dar a su hijo, el auténtico amor verdadero.


Se que esté viaje me marcará para siempre y haber tenido la oportunidad de vivirlo con mi madre ha sido un regalo divino. He visto a mi madre feliz y ese recuerdo lo llevare siempre conmigo.