sábado, 10 de marzo de 2018

Descubriendo otro Benidorm diferente

El pasado fin de semana con el viaje del club que realizamos todos los años volví a Benidorm. Hasta ahora siempre había conocido el Benidorm abarrotado, ese Benidorm en el que no cabe un alma en sus playas. Un Benidorm que se caracteriza por ser el retiro de mucha gente jubilada.

Esta fama que en parte es cierta, tendrá un por qué y es que Benidorm tiene un atractivo que atrae a la gente, que no tienen todos los sitios costeros. No se si será ese laberinto de calles entre sus dos playas o el balcón del mediterráneo, ese mirador de azulejos, tan encantador y romántico o quizás solo sea el boom urbanístico que hubo allí en su momento, quien sabe.


Lo que esta claro es que pude descubrir que no solo es un lugar de gente mayor, la noche del sábado entramos en un pub, "El portobello" con un ambiente fabuloso y unas vistas hacia la playa de Poniente que no encuentras en cualquier otro bar de copas.

Pero lo que mas me sorprendió de todo es que detrás de los rascacielos que  inundan la ciudad, hay un oasis en el que llegas a una zona, al final de la playa de Poniente y el rincón de Lois, donde los edificios se transforman en acantilados, las grandes playas en diminutas calitas y donde el único resquicio que te hace reconocer Benidorm es su famoso islote.


Por un momento, olvidas que estas en un lugar tan turístico y te envuelves en una zona de naturaleza y paz con la que desconectas de todo.

Yo había ido varias veces a Benidorm, a Terra Mítica, me había bañado en sus playas, pero no tenia ni idea que existiera ese lugar ahí, tan cerca y a la vez tan lejos de lo que se nos viene a la cabeza cuando piensas en Benidorm, un Benidorm simplemente diferente.

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