lunes, 30 de julio de 2018

El Origen del Ganges: Mis 14 días por la India




Este año, tenía ganas de hacer un gran viaje, vivir una experiencia diferente, visitar un sitio lejano. Durante mi viaje de esquí del pasado mes de Febrero, me hablaron de la Asociación Viento Norte Sur, que organizaba viajes de turismo responsable, colaboración y concienciación social.

Sus viajes que ofertaban eran impresionantes, Marruecos, Senegal, Vietnam,… entre todos ellos, me llamó mucho uno, India: El Origen del Ganges. Había escuchado muchos comentarios de la India, la mayoría no eran buenos, pero a pesar de todo, algo dentro me llamaba a vivir esta experiencia, que combinaba visitar varias ciudades turísticas del país, como colaborar y visitar varias instituciones que están haciendo una importante labor social dentro de la India.

La experiencia ha sido de las más increíbles que he vivido nunca, por la cultura que he descubierto, la gente, su forma de vivir, pero también por los compañeros que han compartido esta aventura conmigo. Dicen de la India, que es un país que o lo amas o lo odias, en mi caso, como casi siempre me salgo de los tópicos, para decir que hay cosas increíbles, con otras que son pavorosas, pero el conjunto es una aventura a la que invito a todos vivir.  Y aquí está mi experiencia.

Delhi, me recibió de madrugada, con mucho calor, tras un largo día de viaje, en el que hice escala en Amsterdam. Primera toma de contacto con el grupo, éramos 26 personas, más los dos monitores, Antonio y Mavi. Apenas pasé unas horas, antes de salir rumbo a Agra, pero me dio tiempo a descubrir el caos de Delhi, la suciedad, los bazares, el tráfico, los tuc-tuc, el calor.  Se palpaba una sociedad diferente, que vivía con menos, aunque no por ello menos felices.

 

Agra, la ciudad que alberga una de las siete maravillas del mundo, el Taj Mahal, era incluso más vieja y sucia que lo poco que había visto de Delhi. Era difícil saber que edificio estaba a medio construir o a medio destruir.  

Una ciudad que vive, del monumento más emblemático del país y que fuimos a visitar a primera hora de la mañana, tantas veces viéndolo en foto, en la tele y ahora estaba allí disfrutándolo. ¿Cuántas fotos me haría? La verdad es que todo el entorno es precioso, limpio, sobrio, nada que ver con lo que había de puerta hacía fuera del monumento, suciedad, pobreza. Un contraste brutal.


El Taj Mahal, es precioso, muy fotografiable, pero no es muy grande y por dentro no es el palacio que Aladdin, nos enseñó,  “cuánto daño nos ha hecho Disney”.

Tras una primera toma de contacto visitando todo el entorno que rodea el Taj Mahal, nos fuimos a comer a Sheroes, una asociación de mujeres quemadas con ácido. Escucharlas, verlas, conocer sus historias y sobre todo entender que a pesar de la adversidad, de haber sido víctimas de una atrocidad como esta, aquí estaban con ilusión, juntas, mirando al futuro. Una verdadera lección de vida.


En la otra orilla del rio Yamuna, donde dice la historia, se comenzó a construir otro Taj Mahal, que sería de mármol negro, pasamos la tarde, entre jardines, fotos y risas, nos despedimos de Agra, para coger un tren que nos llevaría durante la noche a Varanassi.


Varanassi, ciudad sagrada, bañada por el rio Ganges, su rio sagrado, que llega a la ciudad muy contaminado pero a pesar de ello, lo veneran constantemente, su dios Ganga. Es una ciudad impresionante, los ghats, esas escalinatas que llegan hasta la orilla del rio, los paseos en barco, su gente, los niños, sus estrechas calles indescriptibles, las vacas, las tiendecitas en cualquier rincón, una ciudad llena de vida y sobre todo mucho más limpia que Delhi o Agra. Un verdadero viaje al pasado como si estuvieras viviendo en un decorado de un parque temático.


La riqueza cultural de esta ciudad no tiene comparación, cada puesta de sol, celebran el Ganga Arti, un espectáculo de música, fuego, danza, con el que rendir tributo al río. Entre sus ghats, tienden la ropa, la lavan, se purifican, comparten momentos de meditación y se realizan cremaciones. Sí, en esta ciudad sagrada, es donde muchos hindúes desean morir, para ser incinerados a los ojos de cualquiera que pase por alguno de los dos crematorios de la ciudad y arrojar sus cenizas al rio. Un choque cultural frente a nuestras tradiciones, que allí se ve con naturalidad, pero que a todos nos resultó muy violento, al ver como ardían esos cuerpos sin vida.


Los paseos en barca por el rio son realmente hermosos, tanto a primera hora del día, para ver como sale el sol, como por la noche, contemplando la luz de la ciudad y el fuego eterno de Manikarnika, el crematorio principal de la ciudad. 


En nuestra estancia en Varanassi, conocimos “Semilla para el Cambio”, una ONG que trabaja con niños de la calle, dándoles una educación, una sanidad, un futuro. El trabajo que hacen es impresionante, ayudando no solo a que la vida de estos niños sea mejor, también para toda su familia, enseñando a las mujeres a trabajar. Pude compartir tiempo con los niños, metiéndome en sus clases, viéndoles comer, reir, aprender. Tengo tantas imágenes de la visita a esta ONG, sus miradas, sus mensajes, un recuerdo único.


Tras avión y muchas horas de bus, comenzaba nuestra segunda parte del viaje a la India, llegando a Rishikesh, puerta del Himalaya. Una ciudad rodeada de selva, cuna del yoga, llena de centros de meditación, uno de ellos conocido por haber acogido a los Beatles. En esta ciudad, conocimos una India mucho más tranquila, donde comprar souvenirs o ropa, pasear entre la naturaleza, cruzar alguno de sus dos puentes colgantes sobre el rio Ganges, un rio mucho más puro, más violento, que bajaba con fuerza con las primeras lluvias del monzón.


En Rishikesh, tuvimos tiempo para aprender yoga, darnos masajes de Ayurbeda, ver mucho mono suelto, bañarnos en el Ganges, visitar todo tipo de templos, degustar la comida india, una comida principalmente vegetariana, ya que la única carne que comen es pollo, muy especiada y picante, que particularmente me encantó, aunque debo reconocer que terminé echando de menos, el jamón o buen chuletón.


Fueron unos días mucho más tranquilos, en donde también conocimos el orfanato de Ramanas, las aulas, nos adentramos en sus clases, sus habitaciones, su vida. Una noche mientras veíamos el documental “Across the River”, que da sentido a este viaje, para conocer el Origen del Ganges, los niños nos hicieron unas pizzas, fue un momento inolvidable. 


Para acabar mi viaje de dos semanas por la India, tuve un día completo en Delhi, el templo de Loto, la tumba de Humayun, el templo de Akshardham, el tuc-tuc para arriba y para abajo, el metro, el fuerte rojo, la mezquita de Jama Masjid, sus calles llenas de gente, el caos, la suciedad, el contraste absoluto, los regateos en cada compra, el paseo hacia la puerta de la India y acabando en los Jardines Lodhi, llenos de corredores y gente haciendo deporte. Delhi, es una ciudad sobrepoblada con zonas que parecen de otro siglo, con otras de una modernidad, limpieza y sobriedad increíbles. Tiene mucho que ver, aunque no todo sea agradable para tus ojos.


Y este ha sido mi viaje, ahora toca compartir con todos mi experiencia, mientras digiero todo lo vivido, porque en estas dos semanas han pasado tantas cosas, he visto una sociedad tan diferente a la nuestra, que quizás me haga ver de otra manera, como es mi vida, lo que somos y lo que tenemos. Pero eso ya será otra historia. Adiós India, siempre te tendré muy dentro de mí.


Gracias compañeros por compartir esta experiencia conmigo.

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