miércoles, 6 de octubre de 2021

Historias del Maratón de Berlín

He necesitado que pasasen unos días, para digerir lo que ocurrió en el Maratón de Berlín, el pasado 26 de septiembre, y así poder darle valor a lo que hicimos.




No salió el maratón soñado, pero dada las circunstancias debo estar orgulloso del trabajo realizado durante estos cuatro meses atrás de preparación, con mucho calor, humedad, con casi la totalidad de entrenamientos en solitario, en medio de vacaciones, compromisos personales, los dolores en los Aquiles al comenzar casi cualquier sesión, la falta de competiciones y para más inri la caída y operación de mi padre solo unos días antes de la prueba. Una serie de adversidades que no me hicieron tirar la toalla y mantener la ilusión hasta el final.


 

Este viaje lo llevábamos preparando desde mucho antes del Covid, un sueño en el horizonte en el que nos hemos agarrado durante tantos meses de confinamiento y privación de nuestras libertades, que, aunque no saliera como nos hubiera gustado, nos sirvió durante muchos momentos para mirar adelante y solo por eso ya teníamos una motivación que en tiempos de pandemia sin saberlo nos dio la vida.

El objetivo no era hacer mi mejor marca en maratón, era bajar de 3h de nuevo, acompañado de mi amigo Buitre y puedo decir sin ningún tipo de tapujos que lo intentamos, pero no fue el día


Salimos a ritmo de 4:10 y realmente me sentía cómodo corriendo, pulsaciones estables, sin giros bruscos, sin agobiarnos por alcanzar el globo de 3h, los kilómetros pasaban, la primera parte hacía mucho calor, más de lo esperando, pero no era excusa viniendo de donde veníamos. La calculadora que tengo en mi cabeza me hacía ver, que aunque en Garmin el ritmo era el correcto, cada 5-6km, perdíamos unos 10 segundos, respecto a lo que nos hubiera gustado, pero bueno un maratón es largo y tampoco teníamos que desesperarnos, me sentía seguro y las piernas estaban bien.


La media maratón nos hubiera gustado pasarla en 1h28:00, pero ese retraso acumulado que comentaba ya nos hizo pasar en 1h28:40, aproximadamente. Me acuerdo como le dije al Buitre, “vamos justitos para bajar de 3h que la segunda parte siempre cuesta más y no tenemos mucho margen”. Ese fue el primer mensaje negativo que me lancé, era realista sí, pero no teníamos motivos para considerar que no pudiéramos hacerlo, pero solté esas palabras.

Poco después en el kilómetro 24, me tocaba tomar gel y es normal perder unos segundos, como se pierden en cualquier avituallamiento, pero igual que en los kilómetros previos, aprietas un poquito y vuelves a sacar el kilómetro al ritmo objetivo, en este directamente mi cabeza dijo hasta aquí, y le solté al Buitre, “tira tú, que no es el día para que baje de 3h”, sinceramente pensaba que podría lastrarle, porque me sentía que había llegado peor preparado que él y quería que al menos uno consiguiera su objetivo.

Las primeras horas después del maratón me sentí muy decepcionado conmigo mismo por ese momento, porque sin llegar a sufrir, sin haber un solo momento que las pulsaciones fueran más altas de lo normal, que sintiera algún dolor, que viniera el tio del mazo, o que el muro del maratón me aplastara, sin nada de eso, simplemente mi cabeza decidió que no era el día de apretar los dientes y sufrir un poco.

Posteriormente, entendí que por unas cosas u otras llegué al maratón muy tierno emocionalmente, y que en una prueba como esta, la cabeza tienes que tenerla igual de entrenada que las piernas, incluso diría que más. No era mi caso.

Bajando solo unos segundos el ritmo, de los 4:10 a unos 4:20, mis pulsaciones que se habían mantenido estables y aún lejos de mi umbral de lactato, bajaron, lo que me hacen ver que aún tenían piernas, quizás no para hacer mi mejor marca, ni quizás bajar de las 3h, pero no para vivir todo lo que pasaría desde entonces.

En torno al kilómetro 27, veo aparecer en el horizonte de nuevo a mi colega, andando, lo primero que pensé “como puede ser tan inútil de estar esperándome”, cuando me pongo a su altura, me dice que le ha dado un calambre, y ocurre el siguiente me momento que mi cabeza, va por el camino incorrecto, tirando totalmente la carrera, parando para ir al servicio y diciéndole que ya iríamos juntos a meta.

Tras esta primera parada, el ritmo ya bajó considerablemente, rodando por debajo de 5, con miedo de lo que podía pasar, porque aún quedaban uno 14-15 kms por delante. En estas que le digo, “venga que si seguimos a este ritmo, no bajamos de 3h, pero haces marca holgadamente”, él tenía 3h08 de Valencia, y en un par de kilómetros parece que conseguimos reconducir nuestra cabeza hacia un nuevo objetivo.

Sin embargo, otro calambre, nos detuvo de nuevo, él tenía la facilidad de parar, que se le detuviera el calambre y volver a correr con cierta normalidad, pero yo cada vez que me paraba, me costaba más y más correr, estaba más y más engarrotado y me sentía corriendo como un soldadito.


Así fueron pasando los kilómetros, con un corre anda, frustración, rabia y alguna lágrima que se me escapaba por no estar disfrutando del día que esperaba. Pero lo peor estaba por llegar cuando otro nuevo calambre deja a mi amigo, tirado en el suelo, me quede inmóvil no sabía que hacerle, otro atleta le levantó una pierna, y un hombre que estaba sentado en una parada de bus, le masajeo los muslos, yo la verdad me quedé totalmente bloqueado.

Desde allí a meta, me parece que no volvimos a correr, cualquier intento de hacerlo, duraba solo unos metros, porque estaba totalmente acalambrado.

Había soñado muchas maneras de llegar a la Puerta de Brademburgo, pero ninguna de ellas, era llegar andado como finalmente nos tocó hacer, resignados, derrotados, tristes.


Ahora con el paso de los días, me doy cuenta del valor de volver a terminar un maratón, mi noveno, y eso en sí ya es un éxito, que lo terminé junto a la persona que comenzó toda esta historia, mi amigo Javier Hernández Fernández, “Buitre”. Que no estamos contentos, pues no, porque ambos tenemos un nivel de auto exigencia altísimo, que nos ha hecho estar donde estamos, en la vida, en el trabajo y en el deporte, y que, de este tipo de derrotas, nos ayudan a aprender para el futuro y sobre todo para no rendirnos.

Hay cosas más importantes que las marcas, una de ellas sin duda la amistad. Y cuando pasen los años podremos decir, yo corrí el Maratón de Berlín, uno de los maratones más importantes del mundo y lo acabé junto a un amigo. Este momento siempre estará en mi recuerdo.

Sobre el maratón en sí, me gustaría añadir que Berlín es una ciudad fabulosa, que pudimos disfrutarla antes, durante y después del maratón, que comimos muy bien, que el recorrido es muy llano, pero sinceramente me quedo con Valencia, se puede correr más, hay más ambiente, mejores avituallamientos, mejor bolsa del corredor. En Berlín todo es dinero, dinero y más dinero, es un negocio increíble, desde el primer momento, conseguir el dorsal, el viaje, la camiseta de la carrera, todo. Demasiado precio, si lo comparas en términos de calidad. No hubo un elemento que pudiera catalogar como extraordinario en la organización de la prueba, que justifique lo que se paga por correr en ella, simplemente la demanda que existe por acabarla y convertirte en “finisher” de unos de los seis maratones Major. Un turismo deportivo, que respeto, pero que una vez vivido desde dentro no termino de compartir.


Y bueno esta es mi historia del maratón de Berlín, una experiencia distinta a la esperada, pero que sin duda guarda momentos inolvidables que cada día que pasan les doy la importancia que se merecen.

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