Hacía ya demasiados años que no
venía a los pirineos, no entiendo porque tantos, porque es una tierra que me
engancha desde el primer momento, el sentirte rodeado de la majestuosidad de
unos monumentos naturales como son sus montañas, su naturaleza, el cauce de los
ríos, las cascadas..
Sientes como creces, como te
vuelves a recargar tras el duro año, como la naturaleza te inyecta su vida y te
relajas, vuelves a nacer, a olvidarte de tus preocupaciones, a sentirte libre.
Y entonces como estás feliz, cómo te sientes nuevo, quieres hacer cosas
distintas y pruebas con un poco de deporte de aventura y te gusta y vives
posiblemente el día más espectacular e inolvidable de tu vida.
Y con eso quieres descubrir nuevos
lugares y decides subir por la senda de los cazadores y sentirte que estás
soñando contemplando todo el esplendor del valle de ordesa. Esas montañas que
tocan el cielo, sus cascadas, ese agua fresca que brota de cualquier rincón,
vas avanzando y divisas la cola de caballo y cuando llegas te bañas con su
agua, como recompensa al esfuerzo, comes en un idílico lugar y continúas tu
senda y cuando pensabas que ya lo habías visto todo, te encuentras las gradas
de Soaso, que preciosidad de la naturaleza.
Tú cabeza está desconectada, has
visto tantas cosas hermosas, tantas cosas construidas por la naturaleza, que
sientes que sólo tres días has cargado tus fuerzas, pero aún tienes un par de
días de disfrutar de este regalo de la vida y descubres lo que es un cañón y
como se desciende y te zambulles en barro en una oscura cueva y descubres
sensaciones que nunca antes habías sentido.
Y con todo esto te despides,
paseando por el valle del Bujaruelo, asumiendo que no fue un sueño,todo fue
real, pero que llega a su fin y mira que si llega, cuando vuelves a sentir ese
calor afixiante de Madrid, ese humo del asfalto, ese jaleo, cierras los ojos y
recuerdas...vives... sueñas... dónde esta mi pulmón, dónde ese sitio que me dio
la vida.
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